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lunes, 15 de febrero de 2016

Levítico 19,1-2.11-18: Santidad de Dios y respeto por el prójimo

Levítico 19,1-2.11-18

El Señor habló a Moisés: "Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No robaréis ni defraudaréis ni engañaréis a ninguno de vuestro pueblo. No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de Dios. Yo soy el Señor. No explotarás a tu prójimo ni lo expropiarás. No dormirá contigo hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezos al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor. No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu conciudadano. No andarás con cuentos de aquí para allá, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.""

— Comentario por Reflexiones Católicas

La perícopa de hoy pertenece al llamado “Código de santidad” (Lv 17-26). Comienza con el mandato de la santidad dirigido a toda la comunidad de Israel y su motivación no es otra que la santidad misma de Dios (vv. 1s).

Él es el totalmente otro, radicalmente diverso de lo que el hombre puede imaginar, “separado” (según la etimología del término “santo”). Y, sin embargo, desea que el pueblo elegido participe de su santidad en cualquier circunstancia, que la transparente en los detalles de la vida.

Las normas que siguen regulan la ética personal y social. La inserción rítmica de la fórmula “Yo soy el Señor” revela la interdependencia entre el respeto por la santidad de Dios y el respeto por el prójimo.

El temor de Dios debe inspirar de modo especial el comportamiento con los más débiles, los minusválidos (v. 14). A los preceptos en forma negativa (“No harás esto”) se añaden exhortaciones dirigidas a construir en la sociedad humana relaciones de fraternidad (vv. 16b. 17b), y culminan en el mandamiento del amor al prójimo (v. 18b).

Quien conoce la severa ley del talión se queda sorprendido por estos mandatos que limitan no sólo los actos referentes a la muerte del prójimo (vv. 16b.18a), sino también esos sentimientos que matan al prójimo (vv. 17a.18b). El amor al otro basado en el nombre de Dios edifica la comunidad humana en la santidad según la voluntad divina.   

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