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jueves, 3 de noviembre de 2022

SAN MARTÍN DE PORRES, CARIDAD TOTAL, por José Antonio Benito


Profeta del Vaticano II

Una de las grandes alegrías del “papa bueno”, el beato Juan XXIII, cinco meses antes de la apertura del Concilio Vaticano II, fue la canonización de san Martín de Porres el 6 de mayo de 1962. Todo el Perú exultó de gozo y se hizo presente en Roma para la canonización, y Lima entera repicó las campanas de alegría infinita por tamaña noticia.

Les comparto dos textos motivados por su canonización. El primero de Juan XXIII, en la misa de canonización, el 6 de mayo de 1962:

“Martín nos demuestra, con el ejemplo de su vida, que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar, amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser; y si, en segundo lugar, amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos…".

La dignidad de un “indigno”

Para Dios no hay profesiones indignas, sino indignos profesionales. Los hombres se fijan en las apariencias, el color de la piel, la estatura, el dinero, el vestido..., pero Dios solo mira al corazón. Nuestro Fray Escoba fue un marginado de su tiempo, el siglo XVI. Era hijo "ilegítimo" del español Juan de Porres y de Ana Velázquez, mujer negra descendiente de esclavos africanos. Al ser mulato y pobre le tocó sufrir en más de una ocasión el menosprecio de la sociedad. Sin embargo, su madre le descubrió el evangelio de Jesús: "El que se humilla será ensalzado".

A Fray Martín no le importó ser "simple" lego o donado de la orden de Santo Domingo, sin poder ser sacerdote; tampoco tuvo a mal el estar continuamente sirviendo a los demás, ir de un lado para otro con la escoba, atender a los enfermos, a los mendigos... Dios se sirvió de su persona para unir las razas, para hermanar a los ricos con los pobres..., y a todos los hombres con Dios.

En la mejor obra publicada en el jubileo de los 50 años de su canonización, su autor Pedro Gjurinovic, Iconografía de San Martín de Porres (Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, Lima 2012), rescata la popular escena de "inclusión" cuando hizo comer del mismo plato a perro, pericote y gato. Nos indica que "está motivada por su permanente caridad al dar alimento diario a todos los seres y de unión entre los hombres".

En el cuadro "Las tres razas" de Francisco Laso, se aprecia a un niño blanco, Juan Norberto Eléspuru, una sirvienta india, la Mañuquita, y una sirvienta negra, quienes juegan a los naipes en amigable reunión. Es todo un símbolo en los ideales de Martín, ver diversas ideas que conviven en una misma mesa. Se le puede considerar como el nuevo Francisco de Asís. Por su mensaje y la forma como lo vemos en la iconografía es un hombre que ilustra todo concepto de Cultura de Paz.

Busca encontrar dentro de la capa humana llena de superficialidades lazos de estímulo para alcanzar la solidaridad entre todos. Solidaridad ante el dolor, ante la miseria y ante la tristeza. No distingue diferencias ente los hombres. Hay en él toda una moción humana dentro de un espíritu colectivo, que en términos actuales lo hace ser el precursor de la seguridad social.

Amor a Dios y caridad total

Desde niño dio muestras de su profundo amor por Dios. Su caridad con el prójimo nacía de la unión íntima con Jesús y con María. Comentan sus compañeros dominicos que recibía a Jesús Sacramentado "con muchas lágrimas y grandísima devoción", ocultándose de todos para "mejor poder alabar al Señor".

Fray Martín rezaba en su celda, en la Iglesia, ante el Santísimo Sacramento, en los altares del templo, en las capillas y oratorio del convento. Oraba arrodillado y echado en cruz sobre el suelo.

Sus habilidades y el ardor con que cuidaba a los enfermos atrajo incluso a los religiosos de otras comunidades que llegaban a Lima solo para atenderse con el santo. San Martín fue muchas veces despreciado y humillado, por ser mulato, pero nunca se rebeló contra los insultos que le inferían. Su abnegación, su modestia y la paz que irradiaba impresionaban a cuantos conocía.

En la enfermería y en la portería del convento del Rosario (Santo Domingo), atendía con acogedora bondad y amor a los pobres y enfermos. Si a todos los dolientes trataba exquisitamente, a sus hermanos religiosos los servía de rodillas. Su caridad universal le llevará a convertir el convento en hospital porque sabe que el amor es la ley suprema.

No nos extraña que se ganara el afecto de los esclavos morenos y de los indios pescadores de Chorrillos y de Surco, pues les servía como enfermero y les catequizaba como misionero. Ellos, por su parte, le obsequiaban con frutos de sus huertos y estipendios para misas.

Santo y patrono

San Martín de Porres,  murió el 3 de noviembre de 1639, dejando consternada a Lima, desde el virrey y arzobispo, hasta el último excluido social. Fue beatificado por el papa Gregorio XVI en 1837 y canonizado hace 50 años en 1962.

El 3 de noviembre de 1939, Martín  de Porres fue proclamado protector y patrón de las obras de justicia social por el presidente de la República del Perú, Oscar R. Benavides. Posterioremente, el sumo pontífice Pío XII, el 10 de enero de 1945, declara a fray Martín de Porres como Patrono de las obras de Justicia Social en el Perú. Y mediante la Ley 25125, del 17 de noviembre de 1989, san Martín de Porres fue proclamado Patrono Internacional de la Paz.

Fray Martín de Porres, como anota cordialmente el padre Juan José Salaverry, prior provincial de los Dominicos en el Perú, al hablar de la iconografía martiniana, destaca cómo "es mostrado desde la fe de los pintores, escultores y demás hombres de arte; ellos han captado la dulzura de su caridad, el temple de su vida religiosa, la entrega en el servicio al pueblo, y la fe inquebrantable de los hombres sencillos a quienes ama el Señor".

Termino con la oración colecta que me parece bellísima y que resume todo lo que significó y queremos del Santo:

“Señor, Dios nuestro, 
que has querido conducir a san Martín de Porres 
por el camino de la humildad a la gloria del cielo, 
concédenos la gracia de seguir sus ejemplos, 
para que merezcamos ser coronados con él en la gloria”.

Autor: José Antonio Benito, historiador. Director del Instituto de Estudios Toribianos de Lima. 


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