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sábado, 11 de septiembre de 2010

Domingo de la Semana 24 del Tiempo Ordinario, ciclo C

Comentario por Julio González SF


El mensaje de este domingo nos vuelve a sorprender a no ser que reconozcamos con humildad que somos pecadores; es decir, Dios no ha creado dos grupos de personas: un grupo de buenas personas y otro grupo de malas personas, a las cuales hay que apartar, excluir, aislar, marginar...

La primera lectura nos da una lección de autoridad y humildad, especialmente a los lideres responsables de las comunidades, iglesias, instituciones, naciones, etc. 

Moisés es un guía que sufre la falta de fe, rebeldía, cobardía e idolatría de su pueblo. Otro lider hubiera juzgado y condenado a esta gente. Yahveh viene a ponerse del lado de Moisés, en cuyos descendientes se cumpliran las promesas, pero a este pueblo desagradecido e idolatra "lo voy a aniquilar".

¿Cual es el papel de Moisés en esta historia? ¿El de Juez? No! Moisés se convierte en abogado de su pueblo y apela a las promesas que el pueblo había recibido de Dios. Su defensa es muy simple: Dios no puede faltar a su palabra aunque sus hijos hayan faltado a la suya.

La lección que debemos aprender es la de un lider, que aunque ha sido humillado repetidamente por su pueblo, no utiliza su amistad con Dios para castigar al pueblo sino para que el pueblo pueda sentir lo qué es la misericordia, la misma misericordia que Moisés ya habia experimentado. Y es que es muy fácil olvidar nuestras contradicciones, debilidades y pecados cuando nos hacemos juez de los demas.

La segunda lectura es la confesion de un apóstol, san Pablo, que reconoce la (mala) persona que había sido y está convencido de que su elección se debió justamente a eso: a su blasfemia, a su insolencia, a su intolerancia... Puesto que si, "(yo) el peor de los pecadores", he sentido la bondad de Dios, otros tambien la sentirán.

La confesión del apóstol Pablo es un ejemplo a seguir por nosotros, especialmente por quienes tienen alguna responsabilidad en la comunidad. Qué lastima que el miedo y la hipocresía haga presa entre los pastores del pueblo de Dios.

Finalmente, el evangelio viene a confirmar lo que ya habían presentado las dos primeras lecturas: "Hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por 99 que no sienten ninguna necesidad de arrepentirse".

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