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jueves, 6 de julio de 2023

Maria Goretti: "¡Lo quiero conmigo en el paraíso!"


Alessandro Serenelli (1882-1970) era un joven trabajador robusto que vivía cerca de la familia Goretti cuando ésta se trasladó al Agro Pontino. Arrastrado por la pasión intentó varias veces seducir a la joven María Goretti, que todavía no tenía 12 años, y violarla. Ante su resistencia un día la apuñaló 14 veces con un objeto afiliado.

Al principio, en la cárcel, no mostró ningún arrepentimiento. Tampoco cuando le visitó el obispo para hablarle del perdón de Dios. Pero unos días después pidió hablar con el obispo: había soñado con Marietta, su víctima, que llevaba 14 lirios (tantos como puñaladas) y le sonreía resplandeciente. Ahí empezó su transformación.

Recogemos aquí el testamento espiritual del Alessandro Serenelli anciano, ya con casi 80 años, poco antes de su muerte, transformado por la fe de "Marietta" (hoy Santa María Goretti) y por la vivencia de la espiritualidad franciscana.


El asesino, debido a la edad (entonces la mayoría de edad era a los 21 años) no fue condenado a la cadena perpetua, sino a 30 años de reclusión. Su camino espiritual fue lento y duro. Fue tentado, por desesperación, incluso a quitarse la vida. Lo salvaron la certeza del perdón de «Marietta» y sus últimas palabras: «¡Lo quiero conmigo en el paraíso!»

La Navidad de 1934 visitó a Assunta, la madre de Marietta. Ella le dijo que ya le había perdonado. Fueron juntos a la Misa de Navidad para admiración de todos los que les reconocieron. Se mantuvieron siempre en contacto. Juntos vieron a Santa María Goretti canonizada en 1950. Alessandro estuvo junto a la anciana Assunta cuando ella murió.


Assunta (madre de Maria Goretti) y Alessandro


Alessandro murió en la enfermería de los padres capuchinos de Marerata el 6 de mayo de 1970, donde había sido portero durante décadas.

El texto que publicamos, su testamento espiritual, se encontró a su muerte en un sobre cerrado, con fecha del 5 de mayo. Está tomado de: Madre di Dio. Mensile mariano (noviembre 2002). La traducción es de Pablo Cervera Barranco.

Soy un viejo de casi 80 años, pronto voy a terminar mis días. Echando una mirada al pasado, reconozco que en mi primera juventud recorrí un sendero falso, la vía del mal que me condujo a la ruina.

Veía todo a través de la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos que siguen la mayoría de los jóvenes sin siquiera pensarlo. Y yo hice lo mismo. No me preocupaba.

Personas creyentes y practicantes tenía cerca de mí, pero no les prestaba atención, cegado por una fuerza brutal que me empujaba hacia un sendero malo. A los 20 años cometí el delito pasional, del que hoy me horrorizo con sólo recordarlo.

María Goretti, ahora santa, fue el ángel bueno que la Providencia había puesto ante mis pasos para guiarme y salvarme. Todavía tengo grabadas en mi corazón sus palabras de compasión y de perdón. Rezó por mí e intercedió por su asesino.

Siguieron treinta años de prisión. Si no hubiera sido menor de edad, hubiera estado condenado a cadena perpetua. Acepté la merecida condena. Expié mi culpa.

La pequeña María fue verdaderamente mi luz, mi protectora; con su ayuda, me porté bien en mis 27 años de cárcel e intenté vivir honradamente cuando la sociedad me aceptó de nuevo entre sus miembros.

Los Hermanos de San Francisco, los Capuchinos de las Marcas, me acogieron con caridad seráfica en su monasterio no como un siervo, sino como un hermano y con ellos convivo desde hace 24 años. Ahora espero sereno el momento de ser admitido en la visión de Dios, de abrazar a mis seres queridos de nuevo y de estar junto a mi ángel protectora y su querida madre, Assunta.

Los que lean esta carta, ojalá que quieran seguir la feliz enseñanza de huir del mal y seguir el bien siempre.

Pienso que la religión con sus preceptos no es una cosa que se pueda menospreciar, sino que es el verdadero consuelo, el único camino seguro en toda circunstancia, hasta las más dolorosas de la vida.

¡Paz y bien!

Alessandro Serenelli

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