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martes, 9 de mayo de 2023

10 de mayo: Vida y obra de san Juan de Ávila


SAN JUAN DE ÁVILA
Obra de Pierre Subleyras, 1746


Juan de Ávila nació en Almodóvar del Campo, entonces en la diócesis de Toledo (en la actualidad Almodóvar del Campo pertenece a la provincia y diócesis de Ciudad Real), el 6 de enero de 1500 y murió en Montilla, provincia de Córdova, el 10 de mayo de 1569.

Primeros años

Sus padres, Alfonso de Ávila (de ascendencia judía) y Catalina Gijón, poseían unas minas de plata en Sierra Morena, por lo que Juan se crió sin estrecheces económicas. Empezó a estudiar leyes en Salamanca (1514), pero lo dejó porque se implantó el estatuto de limpieza de sangre como requisito necesario para estudiar en la universidad. Entonces, se retiró a su Almodóvar natal, donde hizo vida de dura penitencia.

Aconsejado por un franciscano, marchó a estudiar Artes y Teología a Alcalá de Henares (1520–1526), donde fue alumno de Domingo de Soto y trabó amistad con Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada. Durante estos años fallecieron sus padres.

Al ordenarse sacerdote en 1526, celebró en memoria de sus padres la primera misa y vendió todos sus bienes para dar el dinero a los pobres. Después se dedicó a la evangelización, empezando por su pueblo. Con el tiempo, Juan de Ávila sería conocido como el Apóstol de Andalucia.

Un año más tarde se ofreció como misionero al nuevo obispo de Tlaxcala (Nueva España), Julián Garcés, que zarpaba para América desde el puerto de Sevilla (1527). Con tal propósito Juan se desplazó a Sevilla con su compañero de estudios en Alcalá, Fernando de Contreras, quien habló de su proyecto con el arzobispo de Sevilla, Alonso Manrique. El arzobispo de Sevilla ordenó a Juan de Ávila que abandonara esa idea y evangelizase Andalucía.

Procesado por erasmista

Juan de Ávila fue procesado por la Inquisición sevillana (1531) y sufrió dos años de cárcel (1531-1533), acusado por algunos clérigos de erasmismo en su predicación, del cual se había impregnado en Alcalá. El erasmismo fue un movimiento iniciado por Erasmo de Rotterdam (1467-1536), que volvía a las fuentes de la Escritura y criticaba la poca ejemplaridad de los dignatarios eclesiásticos.

Juan de Ávila estuvo encarcelado en el Castillo de San Jorge, en Triana (Sevilla). Durante ese tiempo se dedicó a orar y a redactar la primera versión del Audi filia.

Frente a cinco testigos acusadores, hubo cincuenta y cinco que declararon a su favor. Finalmente, fue absuelto con la salvedad de "haber proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no parecieron biensonantes", mandándosele, bajo pena de excomunión, que las declarara convenientemente en los mismos lugares donde las predicó (Écija y Alcalá de Guadaíra).

Evangelización de Andalucía

En 1535 se traslada a Córdoba, llamado por el obispo Álvarez de Toledo y conoce a fray Luis de Granada. Organiza predicaciones por las sierras de Córdoba y consigue sonadas conversiones de personas de alto rango. Intervino en la conversión del Duque de Gandía, futuro san Francisco de Borja, y del soldado y entonces librero ambulante portugués João Cidade Duarte, futuro san Juan de Dios.

Juan de Ávila domina la oratoria. De su estilo retórico nos ha dejado testimonio Francisco Terrones del Caño, quien lo escuchó predicar en Granada siendo colegial y, siendo obispo de Tuy, lo describió en su Instrucción de Predicadores:

En primer lugar, el predicador debía presentarse motivado, 
con ganas de ganar almas para Cristo; luego... 
No revolvía muchos libros para cada sermón, 
ni decía muchos conceptos ni ejemplos y otras galas; 
y con una razón que decían y un grito que daban 
abrasaban las entrañas de los oyentes.

Evangelizó Andalucía y también anduvo por el sur de La Mancha y Extremadura. Fundó seminarios y colegios y animó a la creación de la Compañía de Jesús. Organizó la Universidad de Baeza.

Obra ascética

Juan de Ávia escribió un comentario del salmo XLIV Audi filia, et vide, para Sancha Carrillo, hija de los señores de Guadalcázar y convertida por él en Écija, que fue publicado en Alcalá clandestinamente (1556) y más tarde ampliado y con autorización en Madrid (1557).

Esta obra es un compendio de ascética. El rey Felipe II la tuvo en gran estima y debía tenerla a mano en El Escorial. El Cardenal Astorga, arzobispo de Toledo, dijo de esta obra que con ella "había convertido más almas que letras tiene". Marcó la literatura ascética. No hay en el siglo XVI autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Ávila.

También escribió el Epistolario espiritual para todos los estados (Madrid, 1578), colección de cartas ascéticas dirigidas a todo tipo de personas humildes y elevadas, religiosas y profanas, pero también a San Ignacio de Loyola, San Juan de Dios, y sobre todo monjas y devotas como Sancha Carrillo.

Otras obras

Juan de Ávila compuso un libro sobre el Santísimo Sacramento y otro Del conocimiento de sí mismo, y un Contemptus mundo nuevamente romançado (Sevilla, Juan de Cromberger, 1536).

Sus escritos de reforma son los Memoriales para el arzobispo de Granada Pedro Guerrero que participaba en el Concilio de Trento (Juan de Ávila no pudo acompañarle debido a su enfermedad) y a las Advertencias al Concilio de Toledo (1565) escritas para el obispo de Córdoba Cristóbal de Rojas y que servían para aplicar los decretos tridentinos.

La doctrina de san Juan de Ávila acerca del sacerdocio quedó esquematizada en un Tratado sobre el sacerdocio, del que se conoce solamente una parte.

Otras obras suyas son el Comentario a la Carta a los Gálatas (Córdoba, 1537), Doctrina cristiana (Mesina, 1555 y Valencia, 1554), Memorial a Trento (1551 y 1561) y Dos pláticas a sacerdotes (Córdoba, 1595).

Santo y muy influyente

Juan de Ávila vivió en contacto con la mayor parte de los maestros espirituales de su tiempo: Ignacio de Loyola, Luis de Granada, Juan de Dios, Juan de Ribera, Teresa de Ávila, Tomás de Villanueva, Pedro de Alcántara...

“Si el maestro Juan de Ávila quisiera entrar en la Compañía de Jesús, saldríamos a su encuentro para recibirlo en andas”, decía san Ignacio de Loyola.

No quiso la mitra ni el capelo

El maestro de santos españoles y foráneos, no quiso ser obispo. Se lo ofrecieron dos veces. No aceptó el arzobispado de Granada y el obispado de Segovia. Tampoco quiso ser cardenal, a propuesta del papa Pablo III. Para Demetrio Fernández, obispo de Córdoba (2011), es “el santo más importante en la España del siglo XVI”.

Enfermedad y muerte

Juan de Ávila enfermó en 1554 pero siguió en activo quince años hasta que empeoró en 1569 y murió ese mismo año en Montilla, donde está enterrado.



Iglesia de la Encarnación y basílica de san Juan de Ávila
Montilla, diócesis de Córdoba.
Aquí reposan los restos de san Juan de Ávila 




Beatificación, Patrón del clero español, Canonización, Doctor de la Iglesia

En 1588, Fray Luis de Granada reunió algunos escritos enviados por sus discípulos y junto con sus propios recuerdos redactó la primera biografía de Juan de Ávila: Vida del Padre Maestro Juan de Ávila y partes que ha de tener un predicador del evangelio.

En 1623, la Congregación de san Pedro Apóstol de sacerdotes naturales de Madrid inició la causa de beatificación. En 1635, el licenciado Luis Muñoz escribió la segunda biografía de Juan de Ávila basándose en la de Luis de Granada, en los documentos del proceso de beatificación y en otros que se han perdido, ocultando sus orígenes conversos: Vida y virtudes del venerable varón el P. Maestro Juan de Ávila, predicador apostólico; con algunos elogios de las virtudes y vidas de algunos de sus más principales discípulos, Madrid: Imp. Real, 1635.

Fue beatificado tres siglos después de su muerte, el 4 de abril de 1894, por el papa León XIII.

El 2 de julio de 1946 Pío XII le declaró Patrono del clero secular español.

En 1970 fue canonizado por Pablo VI, mucho más tarde que a los discípulos en cuya conversión influyó o a quienes ayudó con su doctrina y ejemplo. ¿Razones? El obispo Demetrio Fernández (Córdoba 2011) declara: “Los procesos de religiosos, que tienen una congregación detrás, son más rápidos. Pero él era un sacerdote diocesano...”.

El papa Benedicto XVI lo nombró doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012, junto con la mística alemana Hildegarda de Bingen. Es el cuarto santo español en recibir este título después de san Isidoro de Sevilla, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.

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