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domingo, 9 de octubre de 2022

El Renacimiento y el Humanismo

El Renacimiento se desarrolla en los siglos XV y XVI, hasta bien entrado el siglo XVII, lo que supone un margen de imprecisión importante. En ese tiempo surge el deseo de volver a las fuentes de la cultura occidental, en busca de la verdadera filosofía y de una piedad más sencilla y auténtica. Se trata, pues, del humanismo.

1. Las relaciones entre el Renacimiento y el Humanismo

Éstas se presentan bajo el aspecto de una polémica: mientras que el Humanismo se caracterizará por el retorno a la sabiduría clásica, en el marco de una preocupación fundamentalmente de signo filológico y teológico, el Renacimiento lo hará como impulsor del desarrollo de la ciencia. Así, el Renacimiento, sin renunciar a los temas básicos del humanismo, le superará, al desligar tales temas de la perspectiva teológica y enlazarlos con el pensamiento científico.

El ideal común de este período del renacimiento viene definido por la esperanza de un renacer del ser humano a una vida verdaderamente “humana”, mediante el recurso a las artes, las ciencias, la investigación, poniendo de manifiesto la consideración del ser humano como ser natural, en oposición a la consideración medieval del ser humano como ser-para-Dios. Aparecen nuevas actitudes fundamentales: nacionalismo, individualismo, espíritu laico, criticismo. 

En cuanto al nacionalismo, el renacimiento fue un movimiento nacional italiano, resultado de la aspiración a constituir una república italiana, fruto, pues, del particularismo nacional.

El retorno a los antiguos significa no sólo la recuperación de su obra, sino fundamentalmente el retorno al principio, a los orígenes de la vida humana, cultural, del ser humano. Volver al principio no significa volver a Dios, sino precisamente al terreno del hombre y del mundo humano. De ahí la valoración del pensamiento filosófico pre-cristiano. El retorno significa, además, una conquista. La vuelta a los orígenes, al principio, conlleva la conquista de la personalidad humana. El que este retorno se efectúa mediante las artes y las ciencias y no mediante experiencias místicas interiores, por ejemplo, significa una búsqueda de la objetividad. Sólo la objetividad puede poner en evidencia el status original del hombre frente a la naturaleza, es decir, manifestar su origen y su condición humana.

Fue también un retorno a la Antigüedad clásica romana. Esta cultura antigua era pagana. Por tanto, se intentaba leer los textos de manera pagana también. Pero, más allá de las formas paganas, no se puede olvidar los elementos cristianos del Renacimiento. 

El lema de la vuelta a las fuentes demostró fehaciente su eficacia en la recuperación de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia. Se desprecia de la Escolástica medieval.  

Surge un materialismo peculiar, que prescindía prácticamente de lo sobrenatural, una indiferencia frente a la teología y la Iglesia, el cristianismo se diluyó en una filosofía moral. En lugar de buscar respuestas a los problemas de la religión o de la formación de la vida en las fuentes de la revelación, se le busca en los clásicos paganos.

En vez del más allá y el reino de Dios, el más acá y su belleza y la perduración de la fama del propio nombre. Se fue descubriendo más y más le hermosura del mundo, buscándola en los viajes y en un nuevo modo de contemplar la naturaleza.

Otra novedad fue el estudiar los textos con los métodos de la crítica filológica, no sólo de los textos de los clásicos antiguos, sino también de los de los Padres de la Iglesia e incluso el de la Sagrada Escritura. Esta forma el humanismo encontró al hombre que había de convertirse en su más brillante representante, el holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam (1466-1536). Descubrió Erasmo la importancia de las lenguas bíblicas. Con ello, estudió erudita y reverencialmente el Nuevo Testamento. Su ideal era el cristiano formado, no el hombre piadoso.




Erasmo de Rotterdam


El renacimiento fue esencialmente un movimiento laico. Un movimiento que implicó y desató tendencias conducentes a la secularización del mundo, que antes era fundamentalmente teocéntrico. Se pasa del teocentrismo al antropocentrismo.

El Renacimiento fue una cultura de expresión. En este sentido, tuvo fundamentalmente un carácter estético y artístico y poseyó la capacidad de expresarlo con impresionante plenitud. Surgió así un nuevo ideal de la vida. La idea de la libertad y de los derechos humanos tiene aquí claramente sus comienzos. La libertad fue sobrevalorada a costa de la fe. Exaltación de la libertad individual tanto en el orden teológico como el orden cultural y social. De este movimiento, surge el humanismo.

2. El Humanismo

Se llama así al cultivo de las ciencias humanas en el Renacimiento (lenguas clásicas y modernas, geografía, historia, derecho, arte) a que tan inclinado es el hombre renacentista. De modo general, el humanismo puede significar también glorificación, por lo menos, la valoración del hombre y de lo humano. 

En Edad Media predomina las ciencias divinas (teología, filosofía sometida a la fe, moral). El hombre tiene una visión más bien humilde sobre sí mismo, se consideraba pecador, y, a penas, tenía celo por su dignidad humana sino sólo y más en cuanto se consideraba hijo y criatura de Dios.

El Renacimiento dio lugar a un desarrollo de la ciencia. El progreso se notó en las ciencias del hombre. Andrés Vesalio fue el fundador de la anatomía como ciencia, ante el escándalo de sus contemporáneos por dedicarse a disecar cadáveres. El español Miguel Servet y el inglés Harvey descubrieron la circulación de la sangre.

Quizá los descubrimientos más importantes se operaron en el campo de la astronomía. Nicolás Copérnico (1473-1553), se dio cuenta de que la tierra gira alrededor del sol (heliocentrismo), suscitando fuertes polémicas.

Etapa latina y griega

En la formación del Humanismo se distinguen dos etapas. La primera es llamada latina y consiste en un proceso a través del cual se asimila todo lo clásico romano. Petrarca y Bocaccio hallan las historias de Tácito, Boggio los Discursos de Cicerón y Quintiliano, y más tarde los Anales de Tito Livio. 
La segunda etapa es denominada griega. 

El hombre medieval tenía un conocimiento muy impreciso de lo griego, a pesar de las traducciones árabes de obras clásicas helénicas y del contacto con Bizancio. La imprenta, pues, divulgó el humanismo y lo mismo hizo la Universidad.

Entre las tendencias, el humanismo petrarquizante se basa en la conjunción del clasicismo y cristianismo. En Nápoles, el humanismo tuvo un núcleo importante gracias al mecenazgo que ejerciera Alfonso V de Aragón. Sobresale Lorenzo Valla. Formado en Florencia en el rigor ciceroniano, pasó, después, al estudio de Quintiliano, abandonando las enseñanzas anteriores. Demostró, con su humanismo crítico, que no era posible conciliar lo clásico y lo cristiano. De ahí, pasó a la crítica de la Iglesia en sus principales aspectos.

En Roma, los Papas ejercieron un generoso mecenazgo, convirtiendo a la ciudad en el tercer gran foco del humanismo italiano. Se destacó en la labor de Nicolás de Cusa, protegido por Pío II, que trató de preparar el camino para conciliar neoplatonismo y cristianismo.

Aspectos muy interesantes toma el humanismo de Leonardo da Vinci, quien funde pensamiento y técnica. En Padua, florecía una brillante escuela de tendencia aristotélica a través de textos de Averroes. El máximo representante fue Pomponazzi, el cual no consideró posible unir cristianismo y aristotelismo, separando, pues, observación y fe, verdad científica y verdad religiosa. Pomponazzi y sus discípulos, por su parte, son el punto de partida de la ciencia secularizada.

El círculo humanista de gran interés fue el de Nüremberg, en el que brilló Reginamontano, impulsor de estudios cartográficos, astronómicos y matemáticos. El máximo representante del humanismo nortealpino es Erasmo de Rotterdam. Su obra supone la síntesis de las tendencias renovadoras. El ataque crítico de Erasmo a las estructuras de la Iglesia abre la brecha por donde penetrará el movimiento protestante.

III. Evolución del Humanismo

A partir del renacimiento, y rechazado el teocentrismo, el hombre pasó a ocupar el centro de toda actividad sin tener que recurrir necesariamente a Dios para fundamentar y justificar sus actividades. Esta tendencia (que pocos acertarán como Tomás Moro a integrar con su fe) se irá desarrollando a lo largo de la historia hasta presentarse como una disyuntiva: o el hombre o Dios.



Tomás Moro


Surgieron humanismos no religiosos, concepciones del hombre, del mundo y de la historia, que prescinden de Dios o niegan resueltamente a Dios como si fuera una pieza falsa de una correcta idea del hombre y de su vida. Entre otras respuestas, destacan por su importancia sociológica:

• El humanismo marxista: que espera todo del hombre y de su futuro paraíso en la tierra.
• El materialismo, que confía lograr la felicidad del hombre a través del progreso meramente material.
• El Nuevo positivismo, que presenta la técnica universalizada como forma dominante 
   de la dinámica humana.

Con el tiempo, al creyente se le negará una plaza en la tarea de hacer al hombre porque (se dirá, se dice) Dios es un rival para el hombre y la Iglesia un freno para el progreso.


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