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martes, 11 de octubre de 2022

El Humanismo Cristiano

1. Origen del cristianismo

La aceptación e incorporación del cristianismo como religión oficial del estado romano es un síntoma claro de la transformación radical de la ideología clásica del imperialismo romano: ideología que había sido la base de su grandeza y de su larga perduración. El cristianismo, que tenía como ideas capitales el universalismo y la salvación individual, se mostró radicalmente opuesto al culto al emperador.

La doctrina de Jesús de Nazaret, llamado Cristo, nacido por obra del Espíritu Santo (cf. Lc 1,1), recibe el nombre del Evangelio, Buena Nueva, Buena Noticia. Esta doctrina nacía apoyándose en la base dogmática del monoteísmo judío, pero suponía una superación y sustitución de su moral por unos nuevos principios de amor, igualdad y fraternidad; junto con la enseñanza del camino para la redención individual, con la promesa de la salvación eterna.

La doctrina de Cristo supuso una revolución al anunciar el reino de Dios (“Haced penitencia, pues el reino de Dios está cerca”) y al dirigir sus enseñanzas más allá del alcance de la política (“Mi reino no es este mundo”), intentando despertar en cada uno de sus seguidores la conciencia de su dormida espiritualidad interior. Para ello, tuvo que luchar contra el formalismo propagado por los fariseos, destruyendo el orgullo, la ambición y las pasiones terrenales.

2. La difusión del cristianismo

El carácter del cristianismo fue impuesto por Jesús a sus seguidores, los Apóstoles, en primer lugar. Éstos, encabezado por Pedro, se dedicaron a extender la nueva doctrina de salvación, incluso más allá de Israel. Comenzaron por las colonias de judíos por todo el mundo, ya que, por afinidad ideológica y cultural, eran los más próximos a la doctrina cristiana, y propensos, por ello, a la conversión.

Por esta razón y por haberse declarado públicamente Hijo de Dios, los judíos acusaron a Jesús ante sus autoridades y las romanas de impostor y de haber subvertido el orden romano. Fue, por ello, condenado a muerte y ejecutado en la cruz, el castigo propio de los ladrones y asesinos. Pero, Dios lo resucitó de entre los muertos al tercer día. Subió al cielo. A los cuarenta días, envió al Espíritu Santo. A partir de este momento, los apóstoles difundieron el mensaje de salvación de Jesús por todo el mundo.

Pedro, elegido por Jesús como cabeza de la Iglesia, marchó primero a Antioquia, donde por primera vez los paganos denominaron a los seguidores de Jesús (los santos) cristianos, y luego marchó a Roma, capital del imperio.

Junto al apóstol Pedro, fue Pablo la figura más importante en la difusión del cristianismo como religión universal. De perseguidor de los cristianos, tras una crisis religiosa, se convirtió al Cristianismo y pasó a ser un ferviente difusor de la nueva doctrina, no sólo entre judíos, sino también en los ambientes romanos (Apóstol de los gentiles). Como consecuencia de la labor proselitista de los fieles cristianos, la religión de los seguidores de Jesús, a quien solamente una minúscula parte de la población del Imperio había conocido, y que sufrió el castigo de Roma reservaba a los más indignos de súbditos, pasó a convertirse en la única religión oficial del estado.

3. Las persecuciones

El cristianismo fue objeto de numerosas persecuciones, que condujeron a muchos de sus fieles al martirio y a la muerte, por no abjurar de unas ideas consideradas peligrosas y revolucionarias, y no sólo por razones estrictamente religiosas. 

Desde el punto de vista político, negaban la divinidad del emperador y, por tanto, el culto a su figura, rechazando el cumplimiento de los obligados preceptos religiosos oficiales. Esta actitud de negar la autoridad del emperador minaba la unidad y la consistencia del Imperio, por lo que fueron oficialmente declarados enemigos del Estado.

4. El triunfo del cristianismo

A finales del siglo IV, el cristianismo experimentó el inicio de una etapa expansiva que no habría de interrumpirse a partir de entonces. Penetró en todos los grupos sociales de las ciudades, llegando hasta las capas más altas de la Administración del Estado. 

A partir de Constantino contó con la protección del emperador, quien intervendría en los conflictos internos de la Iglesia antes perseguida, la religión cristiana se había convertido en una religión de Estado, identificándose los intereses de éste con lo de aquél.

5. El Humanismo Cristiano

El humanismo cristiano puede definirse como concepción de la persona humana y de la sociedad que se fundamenta en los valores y principios del cristianismo, proyectando hacia la sociedad humana dichos valores y principios para inspirar las relaciones entre los seres humanos y orientarlos en su labor de construir un orden social justo, solidario y ético.

El humanismo cristiano cree en la providencia de Dios Padre, espera la salvación del mundo por medio de su Hijo unigénito, Jesucristo, y propugna la caridad en la verdad, es decir, el amor fraterno o fraternidad humana, como ley fundamental del Cristianismo, para el progreso y desarrollo integral del ser humano y de la humanidad, dando respuestas a los problemas que azotan al hombre: del hambre, miseria, pobreza, guerras, violencia, injusticia, desigualdad, analfabetismo y enfermedades endémicas que padece y sufre.

El humanismo cristiano tienen dos fuentes principales: la filosofía cristiana y la Doctrina social de la Iglesia, que trazan líneas de orientaciones a cerca de la concepción de la persona, los valores del orden social, la justicia en las relaciones humanas y entre los Estados, el bien común como finalidad de la acción política y la ética como sustento de ésta.

La caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del autentico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. Tiene su origen en Dios, Amor eterno y es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Además, ella da verdadera sustancia a la relación con Dios y con el prójimo.

5.1. La Filosofía Cristiana

Como hace la filosofía propia del hombre, el cristiano también se interroga sobre el verdadero ser del hombre. Éste es definido, desde diferentes ópticas que lo reducen, muchas veces, a concepciones quasi materialistas, prescindiendo de su dimensión trascendental. Sin embargo, la filosofía cristiana presenta la verdadera esencial del hombre.

A. Enmanuel Mounier (1905-1950)

Universitario, de familia cristiana, sensible a su mundo e inconformista ante todo aburguesamiento, Mounier, profundo creyente, lanzará, con su vida y con su obra, una llamada a la revolución y al compromiso que llevan a la salvación de la persona.

El personalismo:

Su filosofía se llama personalismo. Esta filosofía se sitúa entre el espiritualismo y el materialismo. Frente a la dulcida división cuerpo y alma, Mounier concibe al hombre como un todo entero cuerpo y todo entero espíritu. Dirá también que el fin de la alienación económica no es el fin de toda alienación. Además, la persona supera el individualismo burgués y el colectivismo marxista. 

Para Mounier, la persona no es objeto de definición, sino de descripción: su vida personal, sus modos, sus caminos. Lo contrario de la persona es el individuo que engloba todas las maneras de vivir de forma no personal. La persona sólo puede llegar a ser persona en la comunidad: “Una comunidad une a las personas por el corazón”. Un individuo, que percibe a los demás como “algo”, no puede constituirse en comunidad, Sólo puede brotar una auténtica comunidad de la comunión de personas que perciben a los demás como “alguien”.

B. Gabriel Marcel (1889-1973)

El pensamiento de Gabriel Marcel pertenece al existencialismo, al que imprimió un carácter cristiano. Para él, lo religioso constituye una categoría fundamental de la existencia, que se nos revela precisamente a través de la experiencia religiosa: existir es esencialmente participar en el Ser. En él estamos inmersos, y sin él la vida no tendría sentido.

Para Marcel, otra categoría fundamental de la existencia es la relación humana. Pero la relación humana, la apertura al tú, la relación con el “otro”, lleva necesariamente a la relación con Dios. El amor, la fidelidad y la esperanza son signos de la presencia del misterio de Dios en la vida.

“Misterio” es para el hombre la existencia, el “ser” y Dios. Para acercarnos a él no basta el pensamiento lógico, sino dimensiones espirituales como la fidelidad, la esperanza.

5.2. La Doctrina Social de la Iglesia

La Doctrina Social de la Iglesia, iniciada con la célebre encíclica Rerum Novarum (1891) que denunció los excesos e injusticias del capitalismo y del liberalismo, como luego otras lo hicieron respecto del socialismo y del comunismo y, también, del neoliberalismo, traza las grandes líneas de la acción de los cristianos en la vida social y política, promoviendo su participación para realizar el bien común, la justicia social, la solidaridad y la ética. 

La doctrina social de la Iglesia es la proyección del dogma y de la moral cristiana sobre el plan social. Esta doctrina, si bien inspirada en la palabra de Dios, no vale únicamente para cristianos; vale para todos los hombres, cristianos o no cristianos, porque ofrece criterios universales sobre la dignidad de la persona, sobre los valores, la paz, la justicia y la solidaridad.

Principios básicos del orden social: 

• la dignidad de la persona humana
• la sociedad y autoridad
• el bien común
• la justicia social y caridad

A. La dignidad de la persona humana

La dignidad de la persona humana es el principio y fundamento de toda la doctrina social de la Iglesia. Esta dignidad le viene por su origen creatural: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Como ser digno, libre y social, que tiene un destino individual pero que sólo se desarrolla plenamente en sociedad, mediante la solidaridad con los demás. 

Actualmente, existe la cuestión de la bioética. La bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. La biotecnología interviene en la vida del hombre. La trágica cuestión del aborto; los intentos de clonación a los humanos y de la eutanasia; exhumaciones de restos humanos y la extirpación de órganos para fines lucrativos y mágicos, ponen en peligro y minimiza la dignidad de la persona humana.

Tratándose de una persona, no faltan derechos y obligaciones. La persona goza de derechos, cuyas propiedades son: inalienabilidad, inviolabilidad, obligatoriedad, anterioridad y superioridad a las leyes, acuerdos y convenios de los hombres.

Detrás de estos escenarios, hay planteamientos culturales que niegan la dignidad humana, fomentando una concepción materialista y mecanicista de la vida humana.

El papa Juan XXIII, en la Pacem in Terris, sistematiza los derechos fundamentales del hombre en ocho categorías:

a. Derechos físicos:

    • La existencia
    • La integridad física
    • Los medios para un nivel de vida digno (alimentación, servicios sociales, habitación)
    • La seguridad social (enfermedad, vejez, etc.)

b. Derechos morales:

    • Debido respeto
    • Buena reputación
    • Libertado para defender sus ideas
    • Libertad para cultivar cualquier arte
    • Información objetiva

c. Derechos culturales:

    • Instrucción fundamental-Formación técnico-profesional
    • Educación intelectual superior

d. Derechos religiosos:

    • Honrar a Dios según el dictamen de la recta conciencia
    • Profesar la religión privada y públicamente

e. Derechos vocacionales:

    • Libertad de elección de estado
    • Fundación de la familia
    • Elección según vocación religiosa

f. Derechos económicos:

    • Libre iniciativa de la economía y en el trabajo
    • Trabajo en buenas condiciones físicas y morales
    • Justa retribución del trabajo
    • Propiedad privada

g. Derechos sociales:

    • Reunión y asociación
    • Emigración e inmigración

h. Derechos políticos:

    • Tomar parte activa en la vida pública
    • Tutela jurídica de los propios derechos

B. Sociedad y Autoridad

Aunque Juan Jacobo Rousseau dijo homo hominis lupus, la verdad es que no se puede ser hombre sin hacerse hombre, sin vivir entre hombres. Es decir, el hombre no puede hacer crecer en él su vida y su personalidad sin convivir con otros, ya que es la sociedad la que hace posible la perfección de la vida humana. En este sentido, un cristiano tiene sentido social cuando se siente solidario de lo que hacen y les pasa a los demás (se puede hablar de solidaridad y subsidiaridad= no asistencialismo). Sin embargo, no se puede concebir una sociedad de personas sin autoridad. Por eso, se puede decir que es absolutamente necesaria la autoridad en la sociedad, ya que ésta exige un mínimo de organización. Quien dice organización dice orden, y por consiguiente, bajo una forma u otra de autoridad. Ésta es el principio de unidad, al que competen dos funciones:

• La función primaria es coordinar, unir las actividades para un objetivo común.

• La función secundaria es vigilar y reprimir las tendencias antisociales y castigar sus indebidas 
   manifestaciones. Así, una sociedad no puede llegar a su madurez mientras la autoridad no promueve 
   debidamente el bien común. Cabe señalar también que autoridad y poder no son exactamente una 
   misma cosa. Mientras el poder es la capacidad de imponerse y obligar por la fuerza a que hagan lo 
   que él ha determinado, la autoridad se sitúa en el derecho moral de mandar y determinar la conducta 
   de los demás imponiéndoles un deber de conciencia y exigiendo, por tanto, una adhesión moral y 
   personal.

C. El Bien Común

El bien común es uno de los temas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia y constituye el punto de partida para determinar la relación que existe entre el individuo y la comunidad. No se puede comprender el bien común si no se entiende cuál es el fin último de orden sobrenatural que consiste en alcanzar a Dios y la felicidad eterna y cuál es el fin de orden temporal: conseguir el pleno desarrollo de la propia personalidad entonos los aspectos: físicos, culturales, espirituales.

El bien común no es únicamente:

• una gran cantidad de riquezas donde cada miembro de la sociedad toma parte según sus necesidades 
  y deseos (concepción materialista y cuantitativa del bien común.

• una simple suma de bienes particulares.

• un orden establecido que hay que conservar. Es un estado en evolución constante, 
  que tiene que ir perfeccionándose sin cesar.

¿Qué es entonces el bien común? Según Pacem in Terram de Léon XIII, el bien común consiste y tiende a concretarse en el conjunto de aquellas condiciones sociales que consienten y favorecen en los seres humanos el desarrollo integral de su propia persona. Alcanza a todo el hombre, tanto a las necesidades del cuerpo como a las del espíritu.

A tal efecto, cabe también enumerar los elementos esenciales constitutivos del bien común, desde los más ínfimos hasta los más elevados, abarcándolos en tres grupos:

a) Los bienes materiales, que tiene una función instrumental al servicio de fines más elevados: 
    la riqueza industrial, agrícola o comercial, la técnica, los servicios, las fuentes de energía, 
    los transportes, las carreteras, etc.

b) Los bienes culturales, con una categoría superior a los anteriores: lengua, cultura, tradiciones,
    instituciones, arte, literatura, etc.

c) Los bienes morales, la comunión de todos y cada uno en su adhesión a la verdad, la amistad, 
    la justicia, la paz, etc.

Para que se realice el bien común, es preciso que estos tres tipos de bienes se den en la cantidad o proporción exigidas por el tiempo y lugar y estén debidamente jerarquizados, de manera que los materiales estén subordinados a los culturales y unos y otros a los morales.

Hace falta también, para su justa distribución, que estos bienes estén de un modo permanente al alcance de todos los miembros de la sociedad para que cada uno pueda conseguir el pleno desarrollo de sus cualidades personales.

D. Justicia Social y Caridad

La justicia y la caridad son las virtudes que más directamente se refieren a la sociedad. Donde hay amor habrá justicia, y con la justicia y el amor surgirá la paz. 

La justicia se define como la virtud que inclina al hombre a dar a cada uno lo suyo. En realidad, la justicia es virtud por que es un hábito de obrar el bien; dar a cada uno lo suyo, objeto de la justicia, hace referencia a algo objetivo, algo a lo que se tiene derecho. El fundamento de la justicia es la naturaleza social del hombre. Por eso, la justicia no tiene sentido sin el hombre. La justicia conmutativa, distributiva, general o legal, considera a los hombres y los ordena en sus relaciones con los otros. 

Para que la justicia sea efectiva, interesa la caridad, es una virtud sobrenatural que inclina al hombre a amar a Dios y al prójimo; refiriéndose a la caridad social, la consciencia del cristiano de que vive en una sociedad.

Sin caridad la justicia puede limitarse a los derechos reconocidos por la ley. La justicia por sí sola no puede engendrar la convivencia en la tranquilidad y en la paz. En todo caso, la justicia y la caridad son los fundamentos del orden social.

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