La palabra diablo nos llega del latín cristiano “diabolus”, que aparece por primera vez en Tertuliano, entre finales del siglo II e inicios del III d.C. Es un préstamo del griego διἁβολοζ (diábolos). En griego dia- significa “a través, entre”.
El concepto de diáblo como un ser angélico expulsado del paraiso por Dios no es una creación del cristianismo sino que ya aparece en la Biblia hebrea: Isaías 14 (“cómo caíste del cielo”) y Ezequiel 28 (“por tierra te arrojé”). Pero la palabra diabolos es mucho más antigua y la encontramos por lo menos en el siglo V a.C. aunque no se refiera a ese ser Maligno.
El griego διἁβολοζ significa originalmente el que lanza algo a través o entre otros, de ahí que se refiera al que separa o divide y crea odios y envidia. Posteriormente, adquirió el significado de el que calumnia o calumniador. Aristóteles utilizó la palabra διἁβολοζ para referirse al hombre maledicente o calumniador.
El nombre διἁβολοζ deriva a su vez del verbo διἁβἁλλειν (diaballein), que significa lanzar o disparar a través o entre, separar, desunir, causar inquina o desunión, acusar y calumniar.
Los Padres de la Iglesia de los siglos II, III y IV, adoptaron el término διἁβολοζ para nombrar al espíritu del mal, considerando que el Maligno tiene la misión de separar y destruir la comunidad de fieles cristianos, y en el juicio final de cada alma actuará como acusador y calumniador, detractor del género humano ante el Creador.
Satán
En la Biblia de los LXX, o Septuaginta, διἁβολοζ aparece 12 veces, pero si contamos todas sus declinaciones, la hallamos 20 veces. De estas 20 veces, en 18 ocasiones traduce el hebreo “shatan”, que significa “acusar”, “oponer”, y 16 veces aparace con el artículo “el” para referirse al “acusador” u “opositor”. En la Septuaginta o versión griega de las escrituras hebreas, la palabra diablo se refiere al Satán del Antiguo Testamento.
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