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martes, 27 de junio de 2017

Mateo 7,6.12-14: La puerta y el camino estrechos

Mateo 7,6.12-14 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos."

— Comentario por Reflexiones Católicas

Se nos proponen hoy varios versículos muy sabrosos y, en ocasiones hasta contradictorios, si no sabemos ubicarlos en el contexto al que pertenecen.

• Disciplina del arcano:

El primero tiene que ver con la llamada «disciplina del arcano»: término teológico usado para expresar la costumbre que prevaleció en las épocas primitivas de la Iglesia, por la cual el conocimiento de los misterios más íntimos de la religión cristiana se ocultaba a los paganos e incluso a aquellos que estaban recibiendo instrucción en la Fe.

Los «perros» y los «puercos» son los paganos para los judíos; en este caso, tratándose del evangelista Mateo, abierto al anuncio a todos los hombres, es más probable que se refiera a los cristianos tibios e impenitentes, a los que no se debería ofrecer «lo santo» ni las «perlas» que constituyen el Pan y la Palabra.

• Regla de oro:

El segundo versículo es la llamada «regla de oro», que, para Mateo, resume la enseñanza del Antiguo Testamento, la Ley y los profetas. Los discípulos deben proceder como su Padre celestial, que se muestra benévolo con todos. Reconocerle como Padre equivale, en efecto, a establecer también una nueva relación con los demás hombres, amándolos como hermanos.

• La puerta estrecha: Jesús

Los vv. 13ss ratifican la importancia de todo lo que ha dicho Jesús: se trata de una «puerta estrecha». La Palabra de Jesús, más aún, Jesús mismo (cf. Jn 10,7), es la puerta que da entrada a la vida filial y fraterna, el camino angosto que conduce, sin embargo, a la plenitud de la vida (vv. 13ss). Cualquier otra puerta o camino que no sea el amor al Padre y a los hermanos conduce a la perdición.

El camino ancho y fácil es el que tornan muchos; el camino angosto y exigente del Evangelio atrae, en cambio, sólo a los que se dejan guiar por el Espíritu filial que clama: “¡Ven al Padre!”.

Los pasajes que nos propone hoy el leccionario (Martes de la 12 Semana del Tiempo Ordinario, Año II) nos invitan a reflexionar sobre la perenne situación en que se encuentra el hombre libre a quien se le propone una elección; siempre hay dos caminos abiertos ante él: uno conduce a la vida y el otro a la muerte.

Abrahán deja que elija Lot, y éste toma —como muchos— el camino ancho y fácil, en el que todo está dado de inmediato, hoy mismo. Es el camino que, dicho con palabras actuales, consiste en hacer lo que nos place, en satisfacer todos nuestros propios deseos sin preocuparnos de los demás. Jesús nos exhorta, sin embargo, a tomar el camino «angosto», porque el mal es ancho al principio, pero después se hace angosto y acaba ahogando en sus espiras a quienes se aventuran por sus fáciles accesos.

El bien, en cambio, se presenta duro, exigente al principio, y, después, ensancha cada vez más el corazón de quien lo hace. La historia de Abrahán nos da testimonio de ello. El patriarca, sólo y en una tierra avara, emprende el camino de la fe y, con un corazón libre y pobre, puede moverse libremente por la región ilimitada del amor verdadero y de la vida plena, a la que se accede dando siempre a los otros el primer puesto, reconociendo en cada uno el rostro de un hermano.

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