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viernes, 27 de enero de 2017

27 de enero: Santa Ángela de Merici (1474-1540), Fundadora de las Ursulinas


Ángela y su tiempo

Ángela de Mérici fundó la primera congregación femenina que educa a las niñas y jóvenes: las ursulinas En el Renacimiento, cuando surge una nueva manera de comprender y vivir en el mundo, Ángela entiende que la ignorancia es la gran plaga de la Iglesia y organiza para las niñas lo que Ignacio de Loyola lleva a cabo para los jóvenes.

Ángela funda la Compañía de Santa Úrsula. Para cumplir su misión, las primeras ursulinas transforman el ideal de la vida religiosa, que para las mujeres no pasaba del claustro y del hábito monacal. Viven medio del mundo; sin embargo, Ángela, dócil a la autoridad eclesiástica, adapta su fundación a los tiempos y lugares.

A estas dos Compañías de Ursulinas y Jesuitas, deben muchas naciones de Europa haber conservado la verdadera doctrina católica.

Primeros años

Ángela nació el 21 de marzo de 1474 en Desenzano del Garda, puerto de pesca a orillas del lago de Garda, a treinta kilómetros de Brescia. Su padre, Juan de Merici, y su madre, Biancozi, vivían en la granja de los Grezze. Ángela era la última de cinco hijos: tres niños y dos niñas.

En la casa paterna se vive y trabaja con el pensamiento de «Dios me ve»; rezan en común. Ángela se traza un estilo de vida sencillo, penitencial, buscando la contemplación de la presencia de Dios. Con la ayuda de su hermana, que tenía aspiraciones semejantes, transforma en oratorio una pequeña habitación, donde se retiran cada tarde a orar.

A los nueve años consagra su virginidad a Dios y persuade a su hermana para que haga lo mismo. Ángela tenía una cabellera rubia. Un día, oyendo alabar su belleza se turba y, en lugar de cortar sus doradas trenzas, decide anular su brillo empleando una loción de agua, hollín y miel.

A los trece años, por petición propia, es admitida a la primera comunión. Quiere comulgar todos los días, pero en aquella época las comuniones eran tardías y raras.

Muerte de los padres y nueva morada

Hacia el año 1487, su padre, Juan de Merici, es atacado por una fiebre maligna y muere a los cuarenta años. Dos años más tarde su mujer fallece también. Bartolomé Biancozi, hermano de su madre, toma a su cargo a las dos huérfanas en Salo, población a unos 25 kilómetros al norte de Desenzano. Es un rico comerciante y un cristiano ejemplar respetado por sus conciudadanos.

Tercera Orden de San Francisco de Asís

Hace unos seis años que Ángela y su hermana viven en casa de su tío Bartolomé, cuando esta hermana fallece repentinamente sin que el sacerdote pueda administrarle los últimos sacramentos. Ángela se preocupa por su hermana llamada de improviso al tribunal de Dios. Algún tiempo después, cuando lleva la comida a los segadores, ve una nube luminosa y en ella a la Madre de Dios que le presenta a su hermana rodeada por ángeles. «¡Ángela! -dice su hermana-, persevera y gozarás conmigo de la misma alegría y felicidad». Esta visión tuvo una gran influencia sobre ella.

Por esta época entra en la Orden Tercera de San Francisco cuyo espíritu y Regla abrazó. Desde aquel momento se llamó «Hermana Ángela». Revestida del hábito franciscano, que llevó hasta la muerte y con el cual quiso ser enterrada, Ángela pudo, aun permaneciendo en el mundo, vivir como religiosa.

En 1495 ó 1496, muere su tío y Ángela vuelve a la casa paterna en Desenzano, en donde permanece veinte años. Al principio, Ángela administra el patrimonio que ha heredado; pero, poco a poco, se despoja del mismo y vive de limosna. Sus penitencias son más rigurosas: una tabla o una estera sobre el suelo hacen de cama.

Entre las personas que en esta época traban amistad con Ángela, hay una joven cuyo nombre no es conocido y que durante largo tiempo fue su compañera. Juntas rezan, trabajan y visitan a los pobres. La joven muere hacia el año 1506.

La visión de una obra por hacerse  

Un mes después del deceso de la joven, Ángela va al campo en compañía de algunas amigas. Durante la merienda, se retira para orar en un lugar llamado Brudazzo. De pronto, las nubes se separan, la rodea una luz y aparece una escala semejante a la de Jacob, que llega hasta el cielo. Una muchedumbre de vírgenes suben y bajan por ella, vestidas con túnicas resplandecientes y llevan diadema real. Van de dos en dos dándose la mano, y un cortejo celestial de ángeles músicos las acompañan. Separándose del grupo, una de las vírgenes -en la que Ángela reconoce a la amiga que había perdido- se acerca a ella y le dice: «Ángela, Dios te ha envía esta visión para indicarte que, antes de morir, fundarás en Brescia una sociedad de vírgenes muy semejantes a éstas».


Ángela comunica a sus compañeras lo que acababa de suceder y ellas se ponen bajo su dirección para consagrarse a educar a los parvulitos, reunirlos para enseñarles las oraciones y el catecismo, visitar a los pobres y enfermos, entrar en los talleres y lugares de trabajo para combatir la blasfemia. La acción de la naciente Sociedad produce frutos abundantes en Desenzano y en toda la región.

Pero la visión había hablado de Brescia: en dicha población había decidido la Providencia poner las bases de la futura Congregación.

Había en Brescia una familia rica, los Pentagola, bienhechores de las iglesias y de los monasterios, que pasaba el verano en su casa de campo de Patengo, aldea próxima a Desenzano. Al escuchar las virtudes de Ángela se hacen amigos y apadrinan la naciente Sociedad.

En 1516, los Pentagola, recién llegados a Brescia pierden por muertes súbitas y seguidas a sus dos hijos. Acuden entonces a la caridad de Ángela y le ruegan los vaya a consolar. Obedeciendo a sus directores espirituales, Ángela se traslada a Brescia, en donde van a cumplirse las divinas promesas.

Fama de sabiduría y santidad

Brescia sufre la guerra que durante veinte años azotó Italia, particularmente al Milanesado y al Véneto. En la desolación, Ángela aparece como el ángel de Dios. Predica la conversión y reforma de vida. Su pobre celda, cerca de la iglesia de San Bernabé, apenas sirve para recibir a los que vienen a verla. Ha recibido el don de la ciencia infusa; habla latín sin haberlo estudiado nunca; explica los puntos más difíciles de las Sagradas Escrituras.

Un estudiante de la Universidad de Padua, visita Brescia para cerciorarse de cuanto se dice de la santa. Se presenta con bonete encarnado de doctor y en él la pluma vistosa y larga que imponía la moda de aquella época.
– Estudio -le dice a Ángela- con deseo de llegar a ser sacerdote, y anhelo saber si es ésta es la voluntad de Dios.
– Tiene usted que mejorarse mucho -le responde ella- antes de abrazar un estado que pide sencillez y modestia, pues me parece que está usted inclinado a la vanidad.
El joven, confundido, confesó su equivocación y comenzó la reforma de su vida.

Ángela logra reconciliar a aristócratas que se profesan odio. El duque de Milán, Francisco Sforza, la llamaba su «madre espiritual».

Peregrinaciones a Jerusalén (1524) y Roma (1525)

En mayo de 1524, emprende con uno de sus primos, Biancozi, y un rico bresciano, la peregrinación a Tierra Santa. Al desembarcar en Candía pierde la vista. Decide continuar el viaje. Al llegar a la colina del Calvario renueva su entrega a Dios y en la iglesia del Santo Sepulcro recibie nueva inspiración sobre su misión.

Al volver, el navío hace escala de nuevo en Candía y Ángela es guiada a una iglesia donde se veneraba un Cristo milagroso. Ahí se pone en oración y recobra la vista.

Al llegar a Venecia, las autoridades civiles y religiosas le ofrecen la dirección de los hospitales pero ella rehúsa agradecida y, viendo que lo hacían para retenerla, parte en secreto hacia Brescia.

Al año siguiente peregrina a Roma por el jubileo. Al entrar en la basílica de San Pedro se topa con un camarero del Papa, compañero de viaje al regresar de Tierra Santa, el cual la presentó al Papa. Sabedor de la santidad de esta mujer, Clemente VII le pide que fije su residencia en Roma para ponerla al frente de las casas de caridad; pero Ángela le explica su visión de Brudazzo y la misión que había recibido de Dios. El Papa la escuchó y la dejó ir.

Fundadora de la Ursulinas 

Cinco años transcurren antes de que Ángela ponga las bases de su Instituto. La guerra ha vuelto a Italia debido a la rivalidad entre Francisco I y Carlos V. En 1529, Brescia es atacada otra vez. Sus habitantes buscan refugio en Cremona y no vuelven hasta que se firma la paz.

La Providencia interviene y nuestro Señor en persona ordena a Ángela que ponga manos a la obra. Ella escoge doce jóvenes de Brescia, y les propone, de parte del divino Maestro, llevar una vida retirada en sus respectivas casas. En sucesivas reuniones las instruye en el amor y práctica de la pureza, mortificación, obediencia, pobreza y en la perfecta caridad.

Hacia el fin del año 1533 son veintiocho compañeras. Las reúne todos los días. Les hace ver los males de la Iglesia: Inglaterra es arrastrada al cisma por su rey; Lombardía amenazada por el protestantismo que destroza a Alemania, y en todas partes la ignorancia religiosa trae males. Al mismo tiempo, les propone la fundación de un grupo de religiosas que hermanen la vida activa con la contemplativa.

Bajo la protección de santa Úrsula
Las primeras religiosas de este Instituto se entregan al Señor sin pronunciar votos, solamente escribiendo sus nombres en el registro: es el 25 de noviembre de 1535 en la iglesia de Santa Afra en Brescia. Eran veintisiete; un mes después su número llegaba a sesenta.

La orden no usa hábito (solo un sencillo vestido negro), no guarda clausura ni votos. Se dedican a la educación religiosa de niñas, especialmente las pobres, y el cuidado de los enfermos.

La Compañía de Santa Úrsula  

Ángela no quiso que se diera su nombre al grupo. Lo puso bajo la protección de santa Úrsula, la virgen mártir de Colonia, que se le había aparecido tres veces para guiarla y animarla, y a quien las universidades de la Edad Media habían escogido como patrona de la juventud y de los estudios.

– Formaremos -decía- la Compañía de Santa Úrsula... Ella es vuestra patrona y la mía. Trabajamos bajo su estandarte por la propagación de la fe, la extinción del vicio y del error; instruiremos en la santa doctrina de Jesucristo a las niñas y jóvenes.

La Regla recibió la primera aprobación del cardenal Cornaro, obispo de Brescia, el 8 de agosto de 1536. El movimiento se propaga rápidamente por Italia, Alemania y Francia.

Muerte y canonización

El 18 de marzo de 1537, se reune el primer Capítulo general y la Hermana Ángela es elegida Superiora General de la Compañía. Continua durante tres años instruyendo, guiando y edificando a sus hijas.

Ángela cae enferma en enero de 1540. Llama a sus hijas y les da sus últimas instrucciones. Luego recibe los santos sacramentos y entrega su alma a Dios, el 28 de enero de 1540. Ángela iba a cumplir sesenta y siete años.

Su cuerpo es llevado con gran solemnidad a la catedral de Santa Afra, donde se expone durante un mes. Los prodigios se manifestan muy pronto ante el sepulcro de la «virgen de Brescia», y la iglesia se convierte en un lugar de peregrinaciones.

Cuerpo incorrupto de santa Ángela en Brescia 
Las Constituciones reciben la primera aprobación de Paulo III, en 1544. En ese mismo año la Compañía adopta la Regla de San Agustín.

Clemente XIII aprobó, el 30 de abril de 1768, el culto que el pueblo daba espontáneamente a la sierva de Dios. En 1790, el papa Pío VI iba a proceder a su canonización, más la Revolución francesa se lo impidió, y Pío VII la canonizó el 24 de mayo de 1807.

El Concilio de Trento (1545-1563)

La transformación de la Compañía en Orden religiosa después del Concilio de Trento obligó a las Hijas de Santa Ángela a entrar en un claustro, y se transformarán en educadoras. Las Ursulinas fueron reconocidas formalmente por el papa Pablo III cuatro años después de la muerte de santa Ángela (1544). Se organizaron como congregación religiosa en 1565. Se han dedicado a la tarea educativa de la juventud a través de los siglos.

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