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lunes, 12 de diciembre de 2022

El misterio de la Virgen de Guadalupe: Tequatlasupe, la que aplasta la serpiente, por el P. Jorge Loring, SJ



TEQUATLASUPE: LA QUE APLASTA LA SERPIENTE

El nombre de Guadalupe es una españolización del nombre azteca «Tequatlasupe», que a sí misma se dio la Virgen. Era muy difícil de pronunciar para los españoles, y a aquellos extremeños les sonaba a Guadalupe, su imagen querida. «Tequatlasupe» significa en azteca «la que aplasta la serpiente».

Entonces en México había mucho culto al dios-serpiente al que se ofrecían sacrificios humanos. En el mismo cerro del Tepeyac se daba culto a Tonantzín, madre del dios-serpiente. María eligió este sitio para sustituir el culto idolátrico a Tonantzín por el culto legítimo a la Verdadera Madre del Verdadero Dios.

Cuenta Motolinía en su «Historia de los indios de la Nueva España» (cap. IX), que Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría, contaron 136.000 calaveras humanas en el templo Teocali, sacrificadas al sanguinario dios Huitzilopoztli, el dios-serpiente, que era la personificación del demonio.

El escritor y periodista, licenciado Nemesio Rodríguez Lois, autor de varios libros de Historia, en su obra «Forjadores de México», nos dice lo siguiente:

«Huitzilopoztli -la deidad caníbal de Tenochtitlán- era tan insaciable que los humildes habitantes de sus dominios vivían en continuo sobresalto, temiendo que de un momento a otro cayera sobre ellos el filoso pedernal de los sacrificadores. Esta deidad, que tan espantado y embrutecido tenía al pueblo azteca, era de aspecto tan horroroso, que los españoles lo llamaron Huichilobos. Huitzilopoztli representaba al dios del mal».

El historiador y jesuita, padre Mariano Cuevas, en su «Historia de la Iglesia en México» (tomo 1º, cap. III), dice que pasarían de 100.000 los seres humanos que cada año se sacrificaban al demonio-serpiente que se alimentaba de sangre humana. El ídolo Huitzilopoztli fue hecho pedazos por Hernán Cortés personalmente, con una barra de hierro, y en presencia de Moctezuma, según cuenta Andrés de Tapia, cronista de la conquista, y testigo presencial.

Con la llegada de los españoles, los indios vieron con sorpresa y admiración derribados sus ídolos y ritos milenarios. La Virgen de Guadalupe significó para ellos el fin de los sacrificios humanos, repugnantes para el pueblo que temblaba ante la ferocidad de sus ídolos, pero a los que se sometía por temor. De ahí las conversiones en masa.

Veían en la imagen símbolos que vencían a sus dioses. Detalles de la imagen eran muy significativos para los indígenas, que podían descifrar cosas que pasaban inadvertidas a los españoles. La imagen les hablaba a través de los signos. Era un pictograma, un códice, como un libro que les hablaba por la imagen. Los aztecas se expresaban por signos que representaban ideas y objetos. Esta imagen era una evangelización.

El broche con la cruz indica que ella nos trae la joya de Cristo crucificado. Era la misma cruz que ellos veían en los estandartes de los españoles. El ceñidor era señal de embarazo, y a la altura que está lo da a entender claramente. Lo mismo que la caída del lazo con las puntas abiertas. El trébol de cuatro hojas es signo de plenitud, por eso simboliza a Dios. Al estar sobre el vientre de María quiere decir que Ella nos trae a Dios en su seno. Ella misma se presentó como la Madre del Verdadero Dios. Del Dios Autor de cielo y tierra, y que está en todas partes. La siempre Virgen María, Madre, no de los dioses falsos, en cuyo altar se derramaba sangre humana, sino del verdadero Dios.

El ángel, hombre alado, simboliza a Juan Diego, cuyo nombre era Cuautlatohuac, que significa «el que habla como el águila». Llevaba la camisa que usaban los indios convertidos; pues antes, debajo de la tilma, sólo llevaban el taparrabos. Juan Diego es el ángel mensajero que nos trae a la Virgen de Guadalupe: la sostiene con sus brazos. El pueblo azteca adoraba al Sol, a la Luna y a las estrellas. La Virgen de Guadalupe oculta al sol (sus rayos aparecen por detrás), pisa la Luna, y las estrellas adornan su manto. Todos al servicio de María.

Otro descubrimiento curiosísimo en la imagen de la Virgen de Guadalupe es la posición de las estrellas en el manto. Para los indios que las adoraban y las conocían debió ser muy significativo. El Dr. Hernández Illescas ha estudiado la posición de las estrellas en el altiplano de México durante el solsticio de invierno de 1531, año de las apariciones. Resulta que todas las estrellas del manto de la Virgen, corresponden a las principales estrellas de las constelaciones en aquellos días. Este estudio ha sido publicado por el Dr. Hernández Illescas en el libro «Las estrellas del manto de la Virgen de Guadalupe». Después de invitarme a comer, tuvo la amabilidad de enseñarme su telescopio del Observatorio «La Place», en México, D.F., con el que realizó sus observaciones en colaboración con el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional de México.


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