Antonio Mª Claret ha sido reconocido como uno de los grandes misioneros españoles del siglo XIX y una de las figuras relevantes en España durante ese siglo.
Antonio Claret y Clará nació el 23 de diciembre de 1807 en el pueblito barcelonés de Sallent, hijo de una típica y muy religiosa familia catalana de clase media que con tesón había consolidado una pequeña industria textil.
Parecía destinado a superar a sus ancestros como empresario del tejido pero su religiosidad profunda, sumada a varios hechos inconvencionales en los que pareció salvar la vida por milagro, lo inclinaron al sacerdocio. A ello contribuyeron peligros inminentes, el ser estafado por un amigo, y el continuo tintineo en su alma de la prevención evangélica "¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final malogra su vida?"
Bajo esta consigna ingresa al seminario diocesano de Vic. Poco después busca recluirse como monje cartujo, pero el Señor le muestra que su destino no es el silencio de un monasterio, y regresa para continuar su formación sacerdotal.
Misionero ideal
Ordenado sacerdote a los 27 años, siente pronto un impulso misionero que lo lleva a predicar la palabra salvadora de Dios por todas partes.
Su vida adquiere un ritmo de apóstol infatigable, obsesionado por "encender a todo el mundo en el fuego del divino amor". El pueblo lo llama "Padre Claret" y por varios hechos considerados sobrenaturales alcanza pronto fama de santo.
Pero España le queda chica. "Mi espíritu es para todo el mundo", dice. A los 31 años parte a Roma para ofrecerse como misionero apostólico (enviado por el Papa) en tierras de infieles.
Termina ingresando al noviciado de la Compañía de Jesús. Pero el Señor tampoco lo quiere jesuita aunque sí imbuido en el espíritu de Ignacio de Loyola y regresa a España. Dos años después recibe de Roma el anhelado título de "misionero apostólico". Se siente así acreditado como evangelizador universal al estilo de los Apóstoles.
Decide serlo "por todos los medios posibles". Funda instituciones apostólicas de diverso tipo, las "Religiosas en sus casas", actual instituto secular Filiación Cordimariana, e interviene en la fundación de numerosas congregaciones religiosas. Escribe 15 libros, 81 opúsculos, centenares de folletos y volantes, y traduce 27 obras de interés para la evangelización. Se calcula que llegaría a distribuir más de 8 millones de ejemplares de esas publicaciones.
Hasta derramar su sangre
Pero su realización que él mismo llamó su "gran obra" es la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, conocidos hoy también como Claretianos, la que funda el 16 de julio de 1849.
Un mes después es nombrado arzobispo de Santiago de Cuba. Se resiste a ello pero al fin acepta. Recibe la consagración episcopal, en la que agrega a su nombre el de María, cuando no cumplía los 43 años. Luego parte a la isla cubana, que por más de 14 años había permanecido "como oveja sin pastor".
Llega allí a comienzos de 1851. De inmediato se enfrenta a una profunda decadencia moral, gran discriminación racial y tremendas injusticias contra los sectores más débiles y desposeídos, lo que denuncia con valentía profética. Funda las Religiosas de María Inmaculada de la Enseñanza, para educar al pueblo abandonado. Crea escuelas técnicas y agrícolas, bibliotecas, cajas de ahorro, asilos.
Los escozores que provocan entre los poderosos sus prédicas de justicia y moralidad le engendran enemigos encarnizados quienes pagan a un sicario para que lo asesine. Este casi lo degüella, logrando provocarle un gran tajo en el rostro y en una mano.
Sólo la voz de Dios
Claret culminaba así seis años de infatigable labor en la isla. En marzo de 1857 es llamado a Madrid y designado consejero espiritual de la reina Isabel II de España, lo que sólo acepta por considerarlo voluntad de Dios, y bajo condición de no llevar una vida palaciega, no menoscabar su labor misionera ni inmiscuirse en política.
Vive así once años en medio de una de las convulsiones sociopolíticas más profundas de España, en la que los enemigos de la monarquía lo envuelven como presunto "orejero real" y conspirador. Lo hacen objeto de una campaña soez que llega hasta la pornografía y de numerosos atentados contra su vida.
Entretanto preside el Monasterio del Escorial, misiona por donde va, visita hospitales y cárceles, escribe sin cesar, funda instituciones apostólicas.
En 1868 es derrocada y desterrada la reina, situación que arrastra también a Claret hasta Francia. No descansa allí en su labor apostólica. Apoya a sus misioneros, también desterrados, y al año siguiente parte a Roma, donde en 1870 participa activamente en el Concilio Vaticano I, descollando por su fidelidad al Papa.
Vuelto a Francia, lo persigue hasta allí la saña de sus enemigos y debe refugiarse en el monasterio cisterciense de Fontfroide, donde muere el 24 de octubre de 1870 sin llegar a cumplir los 63 años.
Es beatificado en 1934 por el Papa Pío XI, y el 7 de mayo de 1950 lo eleva a los altares el Papa Pío XII.
No hay comentarios:
Publicar un comentario