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domingo, 10 de abril de 2016

Juan 21,1-14: La Iglesia y el número 153

Juan 21,1-19    

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice:
— Me voy a pescar.
Ellos contestan:
— Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
— Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
— No.
Él les dice:
— Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
— Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
— Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
— Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

— Comentario por Reflexiones Católicas

La confesión de fe de Tomás y las palabras que Jesús le dirigió, juntamente con la nota del evangelista sobre el propósito que tuvo al escribir el evangelio, formaban originariamente la conclusión del evangelio. Pero como, de hecho, no conocemos el evangelio sin este capítulo 21, seguimos considerándolo como parte integrante del mismo.

La escena que recoge esta pequeña sección tiene lugar en Genesaret. Un grupo de pescadores galileos, discípulos de Jesús, después del fracaso del esfuerzo nocturno en sus faenas de pesca, logran una captura extraordinaria lanzando sus redes hacia el lugar que les indicó un desconocido desde las orillas del lago (una narración semejante nos ofrece Lc 5,1-11, sólo que Lucas la sitúa al principio de la vida pública de Jesús).

Los protagonistas de esta escena milagrosa son, aparte de Jesús, Pedro y el discípulo a quien amaba el Señor. Pedro es el que más se afana en la pesca; el otro discípulo fue quien primero reconoció en el desconocido de la orilla a Jesús.

A continuación de la pesca, aunque todavía en el contexto de la misma, nos es narrada una comida de los discípulos con el Señor resucitado. Esta comida nos es narrada de tal forma que el lector necesariamente tiene que pensar en la eucaristía. La eucaristía era celebrada en la Iglesia, en las comunidades cristianas, con la absoluta convicción de la presencia del Señor.

— Simbolismo del número 153

Aparte de esto, la escena tiene un simbolismo que, con mayor o menor acierto, se ha buscado partiendo del número de peces capturados. Si el evangelista menciona el número, debemos estar seguros que no lo hace por satisfacer una curiosidad o precisar una cantidad. Si hubiese pretendido afirmar lo extraordinario de la captura lograda hubiese recurrido a un número «redondo» que siempre es más impresionante.

Conformarse con el sentido literal de lo que leemos equivaldría a desconocer la clave en la que escribe el autor del cuarto evangelio.

Pensemos, por otra parte, que la cultura en la que está enraizado el evangelio da una importancia excepcional al simbolismo de los números. ¿Cuál es el simbolismo de este número 153?

El número 153 resulta de la suma de todos los números desde el 1 al 17, de esta forma: 1+ 2+ 3+ 4+ 5+...+l7= 153. Por otra parte el 17 se compone de la suma de 10+7 y estos dos números, cada uno de por sí, significan una totalidad perfecta. Por tanto, la cantidad indicada, 153, debe ser entendida como símbolo de la totalidad de algo (a la totalidad de la humanidad?, ¿la totalidad de la Iglesia?, ¿la Iglesia en relación con la humanidad?).

Algunos naturalistas afirmaban la existencia de 153 especies distintas de peces. Según esto, nos hallaríamos igualmente ante el número que simboliza la totalidad.

Nunca podrá haber razones decisivas que obliguen a aceptar una interpretación con exclusión de la otra. Baste afirmar que el pensamiento del evangelista va en la dirección que hemos apuntado. Otra razón debe verse en la precisión que hace el evangelista: «Y con ser tantos, no se rompió la red». ¿Su intención? Tampoco podríamos decirlo con exactitud; pero si los peces deben simbolizar la totalidad de los pueblos que deben llegar a la fe, a la Iglesia, y la red no se rompe, este hecho debe simbolizar la unidad de la Iglesia. ¿Demasiado rebuscado? Prácticamente estaríamos ante el desarrollo de una metáfora originaria de Jesús: «Os haré pescadores de hombres» (Mc 1,17). 

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