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jueves, 3 de marzo de 2016

Salmo 94: Himno de alabanza y denuncia profética

Salmo 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras."
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

— Comentario por Reflexiones Católicas  

Esta composición es una mezcla de dos tipos de salmo, Desde el principio hasta la mitad es un himno de alabanza; la segunda parte es una denuncia profética. El versículo 7 divide el salmo en dos partes: 1-7a; 7b-11.

En la primera (1-7a) tenemos los elementos típicos de un himno de alabanza: una invitación “venid”, «cantemos jubilosos», «aclamemos», «entremos», «vamos a aclamarlo», (1-2) y la exposición del motivo, introducida por la conjunción «porque» (3), que se desarrolla a continuación (4-5). Tenemos una nueva invitación (entrad, «postraos, «inclinaos») y un nuevo «porque... (7a).

El ambiente es festivo, tal vez estemos en medio de una procesión. Se habla de instrumentos musicales (2). En total, tenemos ocho verbos que expresan con fuerza la invitación a la alabanza y a la fiesta. El Señor es comparado con una roca (1b), símbolo de salvación, y con un pastor que guía al pueblo, su rebaño (7a).

El primero de los «porque...» presenta a Dios como Señor sobre todos los dioses (3) y como creador de todas las cosas (4-5) y, por tanto, dueño y Señor de todas ellas. Aquí el salmo salta de extremo a extremo: de las profundidades de la tierra a las cumbres de los montes (dimensión vertical), del mar a la tierra firme (dimensión horizontal).

El segundo de los «porque...», además de recordar la relación pastor-rebaño, nos recuerda la Alianza. De hecho, la afirmación «Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo» refuerza la idea de que Dios y el pueblo se pertenecen mutuamente de forma exclusiva, como miembros de una misma alianza.

De repente, como si de un aguafiestas se tratara, alguien levanta la voz.

Comienza la segunda parte (7b-11), que tiene sabor a denuncia.

Es una advertencia que pretende impedir que se repitan los errores de los padres, de los antepasados. El salmista-profeta recuerda la rebeldía de la época del desierto, los episodios de Masá y Meribá (8), que nos describe Ex 17,1-7. A pesar de que habían visto las obras del Señor, los israelitas lo pusieron a prueba y lo tentaron (9).

En la concepción del salmista, una generación entera disgustó al Señor durante todo el tiempo que duró la travesía del desierto, una generación de corazón inconstante e infiel, incapaz de reconocer los caminos de Dios (10). Como resultado de lo cual (11), la totalidad de esta generación murió en el desierto, sin llegar a entrar en la Tierra Prometida.

Tanto los himnos de alabanza, como las denuncias proféticas suponen un contexto público: la presencia de un grupo de personas reunido para alabar y dar a gracias al Señor. Un individuo anima a los presentes a celebrar y festejar a Dios, pero, al mismo tiempo, expone su denuncia, lo que viene a mostrar que detrás de la fiesta existe una tensión.

La roca que nos salva

En primer lugar; se habla del Señor como de «la roca que nos salva». Podemos percibir aquí una tensión, sin mayores explicaciones. A continuación encontramos un conflicto religioso. Se admite que existen otros dioses (3), pero el Señor es soberano sobre todos ellos. Ciertamente, estos dioses son los dioses de los pueblos vecinos. No obstante, Dios es también su Señor.

La insistencia en el hecho de que la tierra pertenece al Señor es un síntoma de algo que puede estar sucediendo en el momento de composición de este salmo. De hecho, si la generación pasada no pudo entrar en la tierra a causa de su rebeldía con respecto a Dios, la generación presente corre el riesgo de perder la tierra por no escuchar en el momento presente la voz del Señor.

¿Perder la tierra en favor de quién, de los pueblos vecinos o de los terratenientes del país? 

El salmo no nos ofrece más información al respecto, pero sabemos que los profetas eran, casi siempre, gente relacionada con la causa de la tierra. Eran los portavoces de la gente que vivía en la tierra y de la tierra. El aviso que se hace, por tanto, incluye una amenaza: la de la pérdida de la tierra. No se sabe con exactitud cuándo surgió este salmo, pero la lucha por la adquisición y conservación de la tierra recorre todo el Antiguo Testamento.

Entrar en la Tierra Prometida o conservarla son cuestiones vinculadas a la Alianza entre el Señor y su pueblo. Entrar en la tierra era consecuencia de la fidelidad a la Alianza (algo que la generación del desierto no fue capaz de mantener); conservar la tierra era resultado de una Alianza mantenida a lo largo de las generaciones. Además de todo ello, como ya hemos visto, entre Dios y su pueblo hay un compromiso de pertenencia mutua: él es el Dios de los israelitas, y el pueblo es el pueblo de Dios (7a).

Pastor de su pueblo

La imagen del pastor (7a) es también importante a la hora de descubrir el rostro de Dios que nos presenta este salmo. La principal acción del «Dios pastor» consistió en guiar a su pueblo sacándolo de la esclavitud de Egipto y conduciéndolo a través del desierto, rumbo a la libertad y a la vida en la Tierra Prometida. La gran respuesta del pueblo será dejarse guiar por este «Dios pastor», obedeciendo a su voz (7b).

Jesús

Jesús se presentó como pastor (Jn 10), conocedor de la intimidad de cada persona (Jn 2,25). Por eso su voz profética denunció las injusticias y a quienes las ocasionaban (Mt 23). Denunció la existencia de una religión formalista, de apariencias (Mt 7,21) y, con un gesto profético, anunció el fin del templo y de su corrupción, a pesar de su aspecto de lugar sagrado.

Jesús denunció las mismas cosas que nuestro salmista-profeta. Al igual que los antepasados de tiempos del desierto, algunos grupos de la época de Jesús vieron sin que, por ello, llegaran a creer. Vieron las acciones de Juan Bautista y de Jesús, escucharon sus palabras, pero los rechazaron; los cobradores de impuestos y las prostitutas, en cambio, sí que creyeron. Esto es lo que podemos percibir al final de la parábola de los dos hijos (Mt 21,28-32), destinada a los líderes judíos de tiempos de Jesús (los jefes de los sacerdotes y los ancianos).

Para orar

Podemos rezar este salmo cuando queremos alabar y dar gracias al Señor, teniendo presentes sus acciones a nuestro favor; en tiempos de ídolos y de idolatría; cuando queremos aprender de los aciertos y los errores del pasado, para ser más felices; podemos rezarlo, también, para denunciar el formalismo y el ritualismo de la religión; cuando tenemos que denunciar las infidelidades para con los designios de Dios; en medio de las luchas por la posesión de la tierra o de aquello que nos permita vivir con dignidad... 

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