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sábado, 27 de febrero de 2016

Salmo 103 (102): Salmo de alabanza

Salmo 103 (102): Bendice, alma mía, al Señor

— Comentario por Reflexiones Católicas

Este salmo es un himno de alabanza. Se alaba al Señor con todas las fuerzas y se le da gracias por todos los beneficios que ha concedido a una persona (1b-2) y a todo el pueblo (7-19). El salmista bendice a Dios e invita a todas las realidades creadas a que hagan lo mismo.

Primera parte:

En la invitación inicial (2), el salmista le pide a su alma que no olvide ninguno de los beneficios del Señor.

Las siete acciones del Señor que se mencionan en la primera parte (3-6), con su eje central (el «amor» y la «compasión»), nos ofrecen un magnífico retrato del Señor: se trata de un Dios que perdona, cura, rescata de la fosa, llena la vida de amor y de compasión, sacia, hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Una vez más, se trata del Dios aliado y fiel. Es más, aunque las personas (o el pueblo) no le guarden fidelidad y pequen, él permanece fiel y perdona.

El salmo comienza (1b2) y termina (20-22) invitando a bendecir. Al principio y al final del salmo se encuentra la misma expresión: “Bendice alma mía, al Señor” Además de estas dos invitaciones al principio y al final, se pueden distinguir dos partes: 3-6 y 7-19.

El salmista se dirige a sí mismo, esto es, a su propia alma, la primera de las invitaciones: se anima a sí mismo a bendecir al Señor con todas sus fuerzas y sin olvidar ninguno de sus beneficios (1b-2). ¿De qué beneficios se trata? Se enumeran en la primera parte (3-6) y se refieren a acciones de Dios, a sus gestos de liberación:

  • perdona sus culpas, cura sus enfermedades (3), 
  • arranca su vida de las garras de la muerte, coronándola de amor y de compasión (4), 
  • sacia de bienes los años que vive el salmista (5), 
  • hace justicia y defiende a los oprimidos (6). 

Tenemos, en total, siete acciones liberadoras que tienen como sujeto al Señor. El centro de estas acciones consiste en coronar la vida del salmista de amor y de compasión (4b).

Segunda parte:

Dejando a un lado el enfoque personal, el salmista pasa ahora a contemplar los beneficios que el Señor ha llevado a cabo en la historia del pueblo. Estamos en la segunda parte.

La segunda parte (7-19) insiste en que el Señor es compasivo (8a) y está lleno de amor (8b). Y muestra en qué se traduce todo esto, por ejemplo, durante el camino de Israel. Es un Dios que construye la historia junto a su pueblo (7), perdonando y mostrándose compasivo.

Es muy interesante la imagen del padre: «Como un padre es compasivo con sus hijos, el Señor es compasivo con los que lo temen» (13). La compasión es la cualidad más preciada de un padre. También es la característica principal de Dios. El es el aliado compasivo que camina junto a su pueblo, perdonándolo, pues él es su creador. ¿Y quién, mejor que él, para conocer cómo estamos hechos o para acordarse de que no somos más que polvo? (14).

Hemos pasado, por tanto, de la dimensión personal al ámbito colectivo y social. La síntesis de la segunda parte podría sonar así: a lo largo de la historia del pueblo, Dios se ha mostrado lleno de «amor y misericordia» (el eje de las siete acciones anteriores). El término «amor» aparece en tres ocasiones (8b. 11b, 17a) y este amor es para «cuantos lo temen» (expresión que también aparece tres veces, (11b.17a).

¿Cómo se manifiestan el amor y la compasión del Señor en el camino del pueblo? El salmo lo desarrolla con detenimiento:

  • revelando sus caminos (7), 
  • con su lentitud para la cólera y su riqueza en amor (8), 
  • sin acusar perpetuamente ni guardar rencor por siempre (9), 
  • no tratando al pueblo conforme a sus errores (10), 
  • manifestando su amor (11), 
  • alejando las transgresiones (12),
  • mostrándose un padre compasivo (13).

La razón de todo ello es la siguiente: él ha sido quien nos ha creado y sabe que somos frágiles (14).

El tema de la fragilidad humana (que ya se ha tratado en el salmo anterior) aparece de manera destacada. La vida de la gente se compara con la hierba del campo: hermosa, pero frágil y pasajera (15-16). Todo lo contrario, el amor del Señor, sin principio ni fin para cuantos lo temen y cumplen sus mandamientos (17-18).

Exhortación final 

La exhortación final (20-22) es de amplias dimensiones y de ámbito cósmico. Incluye cuatro invitaciones. Todas las criaturas están invitadas a bendecir al Señor, su amor y su compasión: los ángeles, que obedecen sus órdenes (20), los astros, que cumplen su voluntad (21), todas las cosas creadas y el mismo salmista (22b).

Este salmo es una alabanza por la superación de un conflicto. La alabanza se prolonga con la contemplación de la historia del pueblo de Dios al que el Señor ha revelado su amor y su compasión, y se abre al infinito. De hecho, partiendo de la alabanza personal (1b-2) se llega a la alabanza cósmica (20-22).

¿Qué es lo que habría provocado esta alabanza?

Existen diversas posibilidades. El salmista siente que sus pecados son perdonados (3a) y, más adelante, contempla el perdón del Señor para cuantos lo temen (10.12).

Puede que se haya curado de una enfermedad y, después, hace una sutil mención de las debilidades y enfermedades del pueblo (14-16).

Tal vez haya estado en peligro de muerte (4a); una vez curado, siente que el amor y la compasión del Señor representan la cima de su vida (4b). Una vez recuperado de su enfermedad, vive rebosante de salud y colmado de bienes (5).

El versículo 5, puede dar la impresión deque este salmo fue compuesto por un «viejo enjuto», lleno de fuerza juvenil (el águila es símbolo de fuerza y de vitalidad). Tal vez haya padecido la injusticia y la opresión. Ha clamado al Señor y él lo ha escuchado, haciéndole justicia (6).

Jesús

De Jesús se dice que «amó hasta el fin», es decir, hasta las últimas consecuencias (Jn 13,1.). La compasión es su principal característica ante el sufrimiento o el clamor de la gente (Mt 9,36; 14,14; 15,32; 20,34; Mc 6,34; 8,2; Lc 7,13), Jesús también perdonó los pecados, curó a enfermos, resucitó a muertos, sació a hambrientos, hizo justicia y defendió a todos los oprimidos.

Además, reveló a todo el mundo que la mayor e insuperable de las características de Dios es su paternidad. Nos enseñó a llamarlo Abba, «Papá». Las parábolas de la misericordia (Lc 15) ilustran perfectamente quién es el Dios de Jesucristo y Padre de toda la humanidad.

Jesús bendijo al Padre (Mt 11,25) y mostró cómo también es compasivo y misericordioso con los malvados e injustos (Mt 5,43-48).

Oración de bendición

Por tratarse de un himno de alabanza, este salmo se presta para los momentos en que deseamos, con todas nuestras fuerzas, bendecir a Dios, sin olvidar ninguno de sus beneficios en nuestro favor y en favor de toda la humanidad (el perdón, las curaciones, la salud recobrada, la victoria sobre la justicia, etc.); podemos rezarlo cuando, con el deseo de abrazar a todo el universo, queremos alabar a Dios en sintonía con todo la creación; cuando nos sentimos hijos de Dios Padre, lleno de amor y compasión; cuando queremos confiarle nuestra frágil vida y nuestra existencia pasajera...

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