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jueves, 14 de enero de 2016

Marcos 1,40-45: El sentido del tacto va más allá de la piel, por fr. Robert Keller, O.P.

Marcos 1,40-45

En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme". Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: "Quiero: queda limpio". La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. El lo despidió, encargándoles severamente: "No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

— Comentario de fr. Robert Keller, O.P.
“El sentido del tacto va más allá de la piel”

Studium

Este texto bíblico nos permite apreciar que el ministerio de Jesús se expande más allá de Cafarnaúm, donde se le conocía por su don de sanación (como en la historia sobre la suegra de Pedro y otras personas que sufren de “varias enfermedades”). En esta historia, Jesús sana una de las enfermedades más temidas en la antigüedad: la lepra.

En las historias de la Biblia, la lepra incluye toda una serie de enfermedades de la piel. Sin embargo, la lepra médica era conocida entre las culturas antiguas y era muy temida porque el cuerpo podría sufrir una extrema corrupción. En el Judaísmo se usaban rituales complejos para asegurar que la enfermedad estaba contenida y para determinar si una limpieza se había llevado a cabo (Lev 13-14). Para una verdadera lepra, una limpieza no sería suficiente en la antigüedad. Jesús de hecho debía tener un enorme poder para curar a la persona de esta enfermedad, y lo hizo por la autoridad de su palabra.

El leproso se acerca a Jesús con un gesto de respeto (de rodillas) y afirma su confianza en el Señor: "Si quieres, puedes purificarme." Esta es la primera declaración de total confianza en Jesús en el Evangelio según Marcos; confianza que hace que hasta los espíritus malignos teman a Jesús. A diferencia de otros milagros de sanación, Jesús no tiene que anunciar al leproso que tiene fe; ya está claro que él tiene fe y actúa movido por la misma.

La manera de sanar de Jesús es polémica porque El toca al leproso. Esto haría impuro a Jesús para relacionarse con la comunidad. Tocar al leproso es un signo de cuánta "piedad" (misericordia) Jesús siente por este hombre. Para un leproso, el contacto humano no estaba permitido. Este gesto podría avergonzar al enfermo al ver que una persona sacrifica su pureza por tocarlo. Sin embargo, este gesto es un acto de consuelo con el que Jesús rompe el aislamiento causado por la enfermedad. Para el discípulo que escucha, no hay duda que Jesús ha puesto en peligro su salud. Pero el ministerio de Jesús está facultado por el Espíritu que está dispensando en abundancia la misericordia divina a favor de los más pobres y los pecadores arrepentidos.

Finalmente, Jesús envía el hombre al sacerdote con el fin de cumplir con el protocolo Levítico. La historia sólo nos dice que este hombre da testimonio abiertamente de lo que Jesús hizo por él. ¿Cómo iba a guardar silencio sobre una gracia tan increíble? Por esta razón, no es de extrañar que Jesús "no puede entrar en una ciudad abiertamente", es decir, desapercibido. Él encarna la salvación que este mundo anhela tan profundamente.

Meditatio

Meditar en la historia de este milagro nos permite reconocer que nadie está libre de la necesidad de sanación espiritual. Todos tenemos momentos trágicos en la vida que afectan nuestros pensamientos y sentimientos, dejándonos heridos e incompletos. Las tragedias pueden apoderarse de nuestra vida si no las reconocemos como lo que son: parte de la condición de pecado de la humanidad. Esta escena bíblica ilustra que hay una manera de salir de nuestra enfermedad.

El leproso nos muestra en quién confiar dirigiendo su mirada a Dios en Jesús. El signo seguro de su fe es reconocer que Jesús lo puede curar. Este es sin duda el primer paso y el más importante en la vida espiritual (de hecho así lo consideran los grupos de Alcohólicos Anónimos en sus Doce Pasos). Luego, el texto presenta la respuesta invariable de Dios: “Lo quiero, queda purificado”. ¡Dios entrega el don sin condiciones!

Muchos recurren al Creador para sanar enfermedades físicas. Cuando nos encontramos en situaciones que van más allá de nosotros, recurrimos a un Ser Superior. ¿También me dirijo a Dios para sanar mi corazón y mi alma? Esta es una curación aún más crucial porque en el corazón y en el alma se encuentran la dignidad humana, la disposición hacia la virtud o el vicio, y la fuente de la esperanza o la desesperación.

La salvación en Cristo - a través de su sacrificio en la cruz – consiste en que cada uno sea reconciliado con Dios, consigo mismo, y con el prójimo. Esta reconciliación infunde en nuestra vida una paz que el mundo no puede dar. Esto no se lleva a cabo de manera impersonal como si se tratara de tomar una pastilla. Más bien, se requiere confianza en Él, y la voluntad de aceptar el cambio de vida que Jesús nos ofrece. Como vemos, permitir que las heridas sean sanadas es la mitad del proceso de la curación espiritual.

Oratio

Oh Señor Dios, que tu voluntad es siempre sanar y restaurar a todos nosotros, concédeme confiar en ti lo suficiente para permitir que toques mi vida de una manera profunda, y así sanes las heridas de mi corazón, de mi alma y de todo aquello que me aísla de Ti, de mí mismo y de los demás. Señor, hágase en mí según tu voluntad. Te alabo, Señor, por Tu poder y por Tu amor. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Contemplatio

Todo aquel que tiene heridas profundas puede descubrir que es posible encontrar pace y nuevas fuerzas para vivir, pero sólo por obra de Dios. No dejes que nada te impida pedirle Su misericordia generosa.

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