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jueves, 21 de enero de 2016

1 Samuel 18,6-9: La verdadera amistad, por Monjas Dominicas Contemplativas

1 Samuel 18,6-9 

Cuando volvieron de la guerra, después de haber matado David al filisteo, las mujeres de todas las poblaciones de Israel salieron a cantar y recibir con bailes al rey Saúl, al son alegre de panderos y sonajas. Y cantaban a coro esta copla:
— Saúl mató a mil, David a diez mil.
A Saúl le sentó mal aquella copla, y comentó enfurecido:
— ¡Diez mil a David, y a mí mil! ¡Ya sólo le falta ser rey!
Y a partir de aquel día Saúl le tomó ojeriza a David. Delante de su hijo Jonatán y de sus ministros, Saúl habló de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David y le avisó:
— Mi padre Saúl te busca para matarte. Estate atento mañana y escóndete en sitio seguro; yo saldré e iré al lado de mi padre, al campo donde tú estés; le hablaré de ti y, si saco algo en limpio, te lo comunicaré. Así pues Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David:
— ¡Que el rey no ofenda a su siervo David! El no te ha ofendido, y lo que él hace es en tu provecho: se jugó la vida cuando mató al filisteo y el Señor dio a Israel una gran victoria; bien que te alegraste al verlo. ¡No vayas a pecar derramando sangre inocente, matando a David sin motivo!
Saúl hizo caso a Jonatán y juró:
— ¡Vive Dios, no morirá!
Jonatán llamó a David y le contó la conversación; luego lo llevó donde Saúl, y David siguió en palacio como antes.

— Comentario por Monjas Dominicas Contemplativas, Monasterio de Santa Catalina de Siena, Paterna, España.
"La verdadera amistad"

Este pasaje del primer libro de Samuel nos muestra la reacción humana que puede tener una persona ante el bien hacer de otra persona. Saúl era un buen guerrero, nadie lo podía negar, pues precisamente, una de las causas (humanas) por las que fue elegido para ser rey de su pueblo (pues fue elegido por Yahvé), fue su éxito en las guerras. Pero algo temía Saúl: el principio monárquico era reciente en Israel y el principio dinástico aún no había cuajado.

A la condición humana le cuesta reconocer los valores de sus semejantes, mucho más si son superiores a los nuestros. El éxito de David es general y rápido:

• el hijo del rey se encariña con él,
• la hija del rey se enamora de él,
• cae bien a la tropa, lo estiman los ministros,
• lo quieren Judá e Israel;
• triunfa en la guerra, escapa de un atentado,
• finalmente, el Señor está con él.

Si Saúl había sido aceptado por sus victorias militares, ahora había otro que le ganaba en este terreno, por tanto, siguiendo un razonamiento puramente humano, el pueblo podía, muy bien, elegirse otro monarca. Por esta causa Saúl ya había tomado posición contra David.

A estas razones objetivas se unió el proceso patológico de celos que sufrió el rey, que no le abandonó el resto de su vida, sino que aumentaron a medida que los acontecimientos mostraban la complacencia de Dios en la fidelidad de David.

Jonatán intercede ante su padre por David. Su recurso es la palabra, naturalmente apoyada en su doble amor por su padre y por David: Tiene que librar a David de la muerte, y, a su padre del crimen. Su brevísimo discurso es una maciza apología:

• David es inocente, sería injusto hacerle mal,
• David es un benefactor, sería injusto no pagárselo,
• David ha sido instrumento del Señor, sería peligroso atentar contra él.

Jonatán convenció a su padre, y, salvó de la muerte a David porque: siempre vence el Amor. Podemos preguntarnos:

¿Me alegra el triunfo de los demás?
¿Evito que alguna persona cercana a mi haga algo de lo que pueda arrepentirse?

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