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sábado, 21 de noviembre de 2015

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, Año B, por José Antonio Pagola

Daniel 7,13-14
Salmo 92,1-2.5
Apocalipsis 1,5-8
Juan 18,33b-37

Daniel 7,13-14

Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Salmo 92,1-2.5: El Señor reina, vestido de majestad

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
R. El Señor reina, vestido de majestad

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
R. El Señor reina, vestido de majestad

Apocalipsis 1,5-8

Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

Juan 18,33b-37

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:
— ¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó:
— ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilato replicó:
— ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
Jesús le contestó:
— Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo:
— Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
— Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

Comentario por por José Antonio Pagola:
Examen ante el testigo de la verdad

Dentro del proceso en el que se va a decidir la ejecución de Jesús, el evangelio de Juan ofrece un sorprendente diálogo privado entre Pilato, representante del imperio más poderoso de la Tierra y Jesús, un reo maniatado que se presenta como testigo de la verdad.

Precisamente Pilato quiere, al parecer, saber la verdad que se encierra en aquel extraño personaje que tiene ante su trono: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús va a responder exponiendo su verdad en dos afirmaciones fundamentales, muy queridas al evangelista Juan.

«Mi reino no es de este mundo». Jesús no es rey al estilo que Pilato puede imaginar. No pretende ocupar el trono de Israel ni disputar a Tiberio su poder imperial. Jesús no pertenece a ese sistema en el que se mueve el prefecto de Roma, sostenido por la injusticia y la mentira. No se apoya en la fuerza de las armas. Tiene un fundamento completamente diferente. Su realeza proviene del amor de Dios al mundo.

Pero añade a continuación algo muy importante: «Soy rey... y he venido al mundo para ser testigo de la verdad». Es en este mundo donde quiere ejercer su realeza, pero de una forma sorprendente. No viene a gobernar como Tiberio sino a ser «testigo de la verdad» introduciendo el amor y la justicia de Dios en la historia humana.

Esta verdad que Jesús trae consigo no es una doctrina teórica. Es una llamada que puede transformar la vida de las personas. Lo había dicho Jesús: «Si os mantenéis fieles a mi Palabra... conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ser fieles al Evangelio de Jesús es una experiencia única pues lleva a conocer una verdad liberadora, capaz de hacer nuestra vida más humana.

Jesucristo es la única verdad de la que nos está permitido vivir a los cristianos.

¿No necesitamos en la Iglesia de Jesús hacer un examen de conciencia colectivo ante el «Testigo de la Verdad»?
¿Atrevernos a discernir con humildad qué hay de verdad y qué hay de mentira en nuestro seguimiento a Jesús?
¿Dónde hay verdad liberadora y dónde mentira que nos esclaviza?
¿No necesitamos dar pasos hacia mayores niveles de verdad humana y evangélica en nuestras vidas, nuestras comunidades y nuestras instituciones?

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