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lunes, 23 de noviembre de 2015

Lucas 21,1-4 por fr. Domenico Sprecacenere, O.P.

Lucas 21,1-4
Lunes de la 34 Semana del Tiempo Ordinario, Año I

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: "Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir."

— Estudio

Este relato evangélico cuenta con unos paralelos en Marcos 12,41-44 y en Lucas 21,1-4. En el paralelo de Marcos, se nos narra que la multitud echaba monedas en el Tesoro del Templo (gazofilacio). Este era el lugar donde se conservaban las riquezas que serían usadas para financiar las necesidades del templo y de los sacerdotes como de los pobres y las viudas.

En el Antiguo Testamento ser rico era considerado como un valor positivo. Era una condición establecida por la posesión de rebaños, descendencia y servidumbre, que eran dones de Dios, pero todo ello en un contexto donde la diferencia social entre ricos y pobres no constituía todavía un problema.

Es en el Nuevo Testamento donde el termino “rico” se comienza a identificar con una categoría de persona que posee bienes materiales y que ha concentrado la propia vida tras ellos, viviendo el gran riesgo de ser alejado de la escucha de Dios.

En el mismo evangelio de Lucas en el capítulo 18 dice: 25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el Reino de Dios.

El término viuda en el Antiguo Testamento viene usado para indicar la mujer “privada” de su marido. Una mujer que vive en condiciones de indigencia. Son contadas entre los miembros del pueblo necesitados de protección, equiparadas en los textos con los niños y los extranjeros.

En el Nuevo Testamento la figura de la viuda continua siendo considerada del mismo modo, tanto que la comunidad asumirá la responsabilidad por ellas. De hecho encontramos lo siguiente al comienzo de la carta de Santiago 1, 27: La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.

— Meditación

La mujer, habiendo depositado las dos monedas, se entregó de hecho toda ella en las manos de Dios. Toda sí misma, todo aquello que tenía para vivir. Puede ser útil traer a la mente el fragmento donde Jesús, en Marcos 8, 35, dice: “…quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.

Contrario a esto, los ricos dan solo lo que para ellos es superfluo, teniendo siempre cerca lo necesario para vivir. Pensemos de nuevo en el fragmento de Mateo 19, 16-23: “16 Maestro ¿Qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?”……21 Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, luego sígueme”. 22 Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Pienso que nuestra “meditatio” pueda y deba concentrarse sobre la diferencia entre los dos modos de proceder. Aquel del que es atraído por el Señor, pero que permanece con el corazón ligado a los bienes materiales y entonces no logra dar todo de sí mismo, y aquél del que no es solo atraído del Señor, sino que hace de él la propia riqueza y la propia seguridad. Total confianza en él y en su providencia.

Añado solo un punto más sobre el que se podría reflexionar. Mateo 5, 3 nos dice: Felices los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. ¡Quienes son estos pobres en espíritu sino aquellos que renuncian no solo a los propios bienes, sino también a una voluntad propia, llegando a hacer de la voluntad divina la propia! Creo poder afirmar que esto es lo máximo que cada de nosotros pueda “depositar” en nuestro gazofilacio cotidiano.

— Oración

Dios Padre, te suplicamos en nombre de Jesucristo que nos enseñes a vencer el miedo de morir a nosotros mismos, el miedo de desprendernos de los bienes materiales, para así poder dar aquel paso más hacia la verdad. Concédenos saber perseverar en el camino hacia la vida eterna confiando cada una de nuestras necesidades a tu divina Providencia, que jamás nos permitirá faltar de nada. En íntima unidad con tu Hijo, danos hoy cada cosa por la intercesión de María Santísima y de todos los santos.

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