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sábado, 7 de noviembre de 2015

DOMINGO DE LA 32 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B, por Julio González, SF.

1 Reyes 17,10-16
Salmo 145: Alaba, alma mía, al Señor
Hebreos 9,24-28
Marcos 12,38-44

1 Reyes 17,10-16

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.» Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.» Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra."» Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

Salmo 145: Alaba, alma mía, al Señor

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. 
R. Alaba, alma mía, al Señor

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. 
R. Alaba, alma mía, al Señor

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. 
R. Alaba, alma mía, al Señor

Hebreos 9,24-28

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecia sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos. 

Marcos 12,38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.» Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

— Comentario del P. Julio González, S.F.

Si preguntamos cuáles son los temas que más nos interesan y preocupan seguramente surgiría una variedad de temas, teniendo en cuenta nuestra edad, aficiones, si estamos casados o solteros, si estudiamos, trabajamos, o somos "ninis" (ni estudio ni trabajo).

Pero hay un tema que suele interesarnos y preocuparnos a todos: a todos nos interesa tener dinero y utilizarlo con inteligencia. Fijaros si el dinero y la economía son importantes que consigue poner de acuerdo a personas y naciones que no se entendían y, por otra parte, enfrenta a naciones y personas que mantenían buenas relaciones, incluso a los miembros de una misma familia.

Solamente he oído de una persona, de un padre por más señas, que haya visto a su hijo malgastar su fortuna y lo seguía esperándolo con los brazos abiertos. ¿Sabéis de quién hablo? Del Padre del hijo pródigo. Otro día hablaremos del Padre del hijo pródigo.

También Jesús habla de “dar” y “darse”; de esto trata la economía: de lo que damos y de lo que nos dan a cambio.

Las lecturas que hemos escuchado nos hablan de economía desde una perspectiva muy distinta a la que estamos acostumbrados. Los economistas dirían que la economía del evangelio no tiene sentido, que nos llevaría a la bancarrota. No ven que los bienes que poseemos son, en realidad, una pequeña parte de la Creación que Dios nos ha cedido. Jesús nos habla de economía desde el punto de vista de Dios, no de los hombres.

Si nos fijamos en la primera lectura, muchos de nosotros le diría al profeta Elías que exige demasiado a aquella viuda, madre de un hijo. Jesús, en el evangelio de hoy, nos habla de otra viuda. No es por casualidad que nos diga que era también una viuda pobre. Las “viudas” son frecuentemente presentadas en la palabra de Dios como personas que apenas tienen medios para sobrevivir y necesitan la ayuda de los demás. Cualquier hombre de aquella época (y de la nuestra) diría que, tanto Eliseo como la viuda del evangelio, han perdido la razón o se comportan como unos irresponsables.

No se puede entender desde la lógica de nuestra economía el modo de actuar de estas dos personas; sin embargo, Eliseo y la viuda nos muestran cómo Dios actúa con nosotros.

-Dios, como Eliseo, nos pide lo que nos parece que no podemos darle porque moriríamos.
-Dios, como la viuda, se da a sí mismo y renueva el don de la vida.

Dios es la Vida que nos vida, Dios es la Fuerza que nos da fuerza, Dios nos da el Amor que nos hace que nos entreguemos a otra persona olvidándonos de nosotros mismos. ¿Y qué hacemos nosotros con todo esto? Hemos puesto precio a lo que no tenía precio..., y además queremos los beneficios. Porque parece que si no tenemos beneficio, los demás nos pisan.

Si esto es así podemos decir que Dios se deja pisar por nosotros: porque Él nos da la vida, la inteligencia, el amor, sin poner precio a sus dones. Más aún, nos da libertad para que trabajemos estos dones como nosotros queramos; aunque eso sí, su mayor alegría sería que a través de estos dones le conociésemos a Él, en lugar de volvernos competitivos y orgullos. Una competividad y orgullo que nos enfrenta contra el prójimo.

Hoy, el evangelio nos propone como modelo a los que apenas tienen y todo lo dan. Deberíamos estar ciegos para no ver ahí la presencia del Dios que ha creado el mundo y nos lo ha cedido, todo nuestro. Como el Padre del hijo pródigo, él sigue esperando. Por eso, la acción de darnos sin ponernos precio trae esperanza al mundo, a los que vienen por detrás de nosotros, porque no hay nada que humanice y divinice tanto a las personas como el sacrificarnos los unos por los otros gratuitamente, por amor.

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