Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías: "País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló." Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos." [Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: "Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres." Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.]
- Comentario por M. Dolors Gaja, MN
A modo de introducción:
Los primeros versículos parecen no decirnos mucho: nos sitúan temporalmente (después de que Juan fuera apresado) y geográficamente, aludiendo a la “pagana” Galilea como lugar de cumplimiento de las profecías, como lugar de Luz.
Y sin embargo ¡cuánto dicen! Porque nos sitúan al Hijo de Dios encarnado en un tiempo y unos acontecimientos históricos, nos lo sitúan en un espacio, una población concreta. Aluden, en definitiva, a la encarnación: Dios ha aceptado nuestros límites.
Y esos límites, la Galilea de los gentiles, son tierras de penumbra donde amanece la Luz. También nuestros límites pueden alumbrarse, iluminarse. Somos barro, pero somos gloria de Dios. Tenemos, a menudo, el corazón paganizado y, por eso mismo, somos sujetos de evangelización.
El imperativo de Jesús
La primera palabra de Jesús que el evangelista recoge es un programa de vida: Convertíos. Y Jesús nos da la razón de esa urgencia: el Reino de los Cielos ha llegado. Todo lo que anhelamos, todo aquello, y sobre todo, Aquel, que nuestro corazón espera está ya entre nosotros. No hace falta buscar más, no hace falta esperar más. Sólo girarse para ver.
Hoy el evangelio hace que nos preguntemos: ¿de qué tengo que convertirme? Y ¿a qué tengo que convertirme? Me parece importante el doble uso de la preposición de/a. Porque quizá tengo que dejar atrás ciertas actitudes, darle la espalda…y seguramente tengo que ir hacia otras, abrazar nuevos criterios.
Pregúntate: ¿de qué debería despedirme? ¿qué debería abrazar en mi vida?
Los primeros discípulos
Preciosa la escena de la vocación de los cuatro primeros discípulos, dos parejas de hermanos. De entrada, eso ya dice mucho de las familias respectivas pues fueron capaces de moldear el corazón de sus hijos con anhelos de trascendencia, con altos ideales y corazón generoso. El relato sigue el mismo esquema en las dos llamadas:
Jesús pasa. Y pasa por mi vida también y me mira. “El mirar de Dios es amor” decía San Juan de la Cruz. ¿Siento sobre mi la mirada amorosa de Jesús? ¿He experimentado que, aún cuando yo no mira a Jesús, que soy mirado amorosamente por Él?
Pasa en mi vida cotidiana. Nazaret es el paso de Dios en el día a día, en la oficina, los hospitales, las ollas y pucheros, las calles que barro…La llamada de Jesús viene en medio de la tarea diaria. Los cuatro hermanos eran pescadores y estaban pescando cuando oyeron la llamada de Jesús. ¿el trabajo me abruma y supone fuente de “ruido” que me impide el silencio interior o sé leer en el día a día los mensajes de Dios?
Venid conmigo. Jesús me llama para estar con Él, para vivir a su lado, para tener una profunda comunión con quien es fuente de vida: Dios. Quiere comunicarme su plenitud, sólo necesita que vaya con Él. Y una vez en Él, me envía a la misión. Porque me llama siempre en bien de la comunidad. Sea cual sea mi vocación, si la vivo desde la fe, es una vida en bien de los otros.
Al instante. La evangelización necesita ante todo corazones generosos. Nada más alejado de Dios que el “cálculo”. En el momento en que uno siente que es llamado a un servicio, una entrega, una consagración…todo va a depender de la generosidad del corazón. Los apóstoles dejaron las redes, dejaron cuanto les ataba. Quizá yo tenga también que romper alguna red.
La coletilla final
Una vez iniciado el grupo Jesús sigue su tarea. El evangelista la resume con tres verbos: enseñar, proclamar y curar. Seguir a Jesús es ir por la vida enseñando la felicidad de ser cristiano, proclamando nuestra fe con nuestra vida y curando los corazones doloridos que a veces me encuentro en el camino. Todo un programa de vida.
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