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sábado, 20 de abril de 2013

VOCABULARIO RELIGIOSO: Miserere

MISERERE: Primera palabra en lat. del salmo 50: el  más conocido de los salmos penitenciales. Se reza cada semana como primer salmo del laudes del viernes.

Es el más conocido de los salmos penitenciales (los demás son el 6, 32, 38, 102, 130 y 143) y tiene la forma de una súplica de perdón hecha por alguien que muestra claridad en el conocimiento de su culpa (cf. Sal 51, 5) y está afligido por ello (cf. Sal 51, 14).

El título del texto indica que su autor sería David, quien habría escrito este Salmo tras caer en la cuenta de su pecado con la mujer de Urías y la reconvención del profeta Natán (cf. 2Sm 11-12). Sin embargo, no se ha podido concluir con certeza acerca de su autoría.

SALMO 50 MISERERE

Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,
por tu inmensa compasión borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.

Pues mi delito yo lo reconozco,
mi pecado sin cesar está ante mí;
contra Ti, contra Ti solo he pecado,
lo malo a tus ojos cometí.

Por que aparezca tu justicia cuando hablas
y tu victoria cuando juzgas.
Mira que en la culpa ya nací,
pecador me concibió mi madre.

Mas Tú amas la verdad en lo íntimo del ser,
y en lo secreto me enseñas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo, y seré limpio,
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Devuélveme el son del gozo y la algría,
exulten los huesos que machacaste Tú.
Retira tu faz de mis pecados,
borra todas mis culpas.

Crea en mí, oh Dios, un puro corazón,
un espíritu dentro de mí renueva;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
y en espíritu generoso afiánzame;
enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y los pecadores volverán a Ti.

Líbrame de la sangre, Dios, Dios salvador mío,
y aclamará mi lengua tu justicia;
abre, Señor, mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza.

Pues no te agrada el sacrificio,
si ofrezco un holocausto no lo aceptas.
El sacrificio a Dios es un espíritu contrito;
un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.

¡Favorece a Sión en tu benevolencia,
reconstruye las murallas de Jerusalén!
Entonces te agradarán los sacrificios justos,
sobre tu altar se ofrecerán novillos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
y por los siglos de los siglos.
Amén.

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