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martes, 17 de enero de 2017

MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año I

Hebreos 7:1-3.15-17
Salmo 109,1.2.3.4: Tú eres sacerdote eterno 
según el rito de Melquisedec
Marcos 3:1-6

Hebreos 7:1-3.15-17

En efecto, este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abrahán cuando regresaba de la derrota de los reyes, y le bendijo, al cual dio Abrahán el diezmo de todo, y cuyo nombre significa, en primer lugar, «rey de justicia» y, además, rey de Salem, es decir, «rey de paz», sin padre, ni madre, ni genealogía, sin comienzo de días, ni fin de vida, asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. Todo esto es mucho más evidente aún si surge otro sacerdote a la manera de Melquisedec, que lo sea, no por ley de sucesión carnal, sino por la fuerza de una vida indestructible. De hecho, está atestiguado: Tú eres sacerdote para la eternidad, a la manera de Melquisedec.

Salmo 109,1.2.3.4: Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec

Oráculo del Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha
y haré de tus enemigos estrados de tus pies.
R. Tú eres sacerdote eterno 
según el rito de Melquisedec

Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
R. Tú eres sacerdote eterno 
según el rito de Melquisedec

Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío,
antes de la aurora.
R. Tú eres sacerdote eterno 
según el rito de Melquisedec

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.
R. Tú eres sacerdote eterno 
según el rito de Melquisedec

Marcos 3:1-6

Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle.

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