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domingo, 15 de noviembre de 2015

DOMINGO DE LA 33 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B, por Mons. Francisco González, S.F.

Daniel 12,1-3
Salmo 15,5.9-11
Hebreos 10,11-14.18
Marcos 13,24-32

Daniel 12,1-3

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

Salmo 15,5.9-11: 
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Hebreos 10,11-14.18

Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a lo que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

Marcos 13,24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.,

En la primera lectura de este domingo nos encontramos con el profeta Daniel. El pueblo de Dios la está pasando mal, algunos de ellos se han pasado a la “cultura dominante” y han desaparecido ciertos valores que los israelitas habían tenido como fundamentales. Están pasando por un tiempo de angustia, y el profeta les ha recordado anteriormente otros tiempos parecidos, cuando supieron vencer y lo mismo puede suceder hoy, pues Miguel, el Gran Jefe, defiende a su pueblo.

El profeta les habla indicando que las culturas y poderes de la tierra pasan, y los poderosos de hoy se convertirán en los don nadie del mañana, sin embargo habrá un final para todo donde se tomarán decisiones de vida y de muerte eterna, unos se salvarán, irán “al rechazo y pena eterna”. Dice el profeta: “Los que tengan el conocimiento brillarán como un cielo resplandeciente, los que hayan guiado a los demás por la justicia brillarán como las estrellas por los siglos de los siglos” (Dn 12-3).

Hoy también corre por ahí la tentación de pasarse uno a los valores de cultura/s que “nos caen bien”, olvidándonos, a veces, de valores preciosos que trajimos de nuestros países, de nuestras familias, de nuestra Iglesia. Con todos esos cambios, ¿seremos más felices o tendremos que arrepentirnos? Pienso en el amor por la familia extendida de los hispanos, con la que con frecuencia nos reunimos para los cumpleaños, bodas, bautizos, quinceañeras o simplemente para una comida, para compartir el diario vivir, escuchar música y ¡bailar! Actividades sencillas que fortalecen nuestros lazos familiares y que transmiten nuestros valores y tradiciones de generación en generación.

El evangelio nos habla de cosas finales, de hecho este pasaje de Marcos entra en el estilo literario-teológico conocido como apocalíptico. Algunos proclamadores de la Palabra, con eso de que se acababa el mundo hace un año atrás y ahora a mediados del mes de diciembre del 2012, han dado rienda suelta a una predicación apocalíptica de sentido negativo: cataclismos, desolación, destrucción. Este estilo literario y de predicación lo vemos en la Sagrada Escritura, pero si ponemos atención, podemos ver el lado positivo: es verdad que al final habrá una lucha cósmica; es verdad que en esas ocasiones vimos un dualismo, la lucha entre el bien y el mal, pero es también verdad que después de todo, se anuncia un tiempo de calma, de felicidad, del triunfo final del bien sobre el mal. Por eso y en ese sentido se ha de tomar el evangelio de hoy: “Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Mc 13,26-27).

Para cuando esta redacción fue hecha, posiblemente Jerusalén y el Templo habían sido destruidos, las persecuciones de cristianos habían comenzado, quizás Pedro y Pablo habían sufrido ya el martirio y había incertidumbre en las pequeñas comunidades cristianas acerca de lo que se les había predicado. Y por lo tanto era necesario animar a la comunidad, el evangelio era verdadero y aunque el tiempo de peregrinación (la vida) puede ser dura y contradictoria, pero al final Dios triunfa y nosotros con Él.

La desesperación no es cristiana, pues aunque vemos el dolor, la violencia, el engaño, el abuso del poder político, económico y religioso, la corrupción de algunos dirigentes y el sufrimiento de los inocentes, el triunfo, la victoria del bien, de Dios está asegurada; la esperanza no se pierde. Dice el evangelio.

En la segunda lectura llegamos al final de la larga reflexión del sacrificio de Cristo, verdadero Sumo Sacerdote. A diferencia de los sacerdotes levíticos que tienen constantemente que ofrecer sacrificios, Cristo ya no, lo ofreció una vez y ahora ya se sentó para siempre a la derecha de Dios.

¿Cuándo vendrá con todo su poder a pedir cuentas a la creación? No te preocupes hermano/a que nadie lo sabe: ni Sandy, ni el Niño, ni la Niña son indicaciones por las que podamos calcular la llamada Segunda Venida, pues “nadie sabe la hora, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre”.

Vive tu vida hermano/a lo mejor que puedas y deja lo demás en manos de Dios

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