Comentario de Julio González, SF
¿Qué tiene que ver el sacrificar el amor a los padres, a la esposa, a los hijos, a los hermanos y hermanas, y la propia vida, con el seguimiento de Jesus? Encontramos la respuesta a esta pregunta en la última frase del evangelio de hoy: "Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo".
Jesús desafía y confronta a las familias de su tiempo (y también del nuestro) que se comportan como una comunidad que amasa bienes en lugar de como verdadera familia universal de los hijos e hijas de Dios; de ahí, que el primer paso consiste en renunciar a esos bienes.
¿Qué "amor" es ese, según Jesús, que la familia debe sacrificar? El amor que se alimenta del orgullo de sangre y raza. Jesús pone al descubierto los prejuicios y la rigidez de las familias y, por tanto, de la sociedad de su tiempo.
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Los padres son las ideologías, la cultura, las tradiciones de las que somos hijos y nuestros hijos, nuestras obras, nuestras "cosas". Cristo pasa por encima de todo esto y hemos de estar dispuestos a abandonarlas. Un abrazo: Joan Josep
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