Mateo 20:17-28
20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. 21 Él le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.» 22 Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.» 23 Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre.»
El evangelio de Jesús es generoso en sorpresas: padres que se comportan como madres, y madres que se comportan como padres.
Padres que se comportan como madres
En una sociedad patriarcal, el comportamiento del padre del hijo prodigo es una sorpresa para todos. El hijo menor había menospreciado a su familia (el hermano mayor lo sabe muy bien), y el padre debía "poner las cosas en su sitio". Sin embargo, este padre no actúa en ningún momento como "el cabeza de familia": ni cuando le da a su hijo lo que pide, ni tampoco cuando el hijo vuelve a casa "porque hasta los esclavos de mi padre viven en mejores condiciones que yo".
La ternura de este hombre escandaliza hasta al padre "más justo". "El modo de comportarse de este padre no es justo", dirían los padres de la época de Jesús: "Va en contra de los derechos del hermano mayor y pone en peligro el bienestar de toda la familia".
Las madres tienden a juzgar los errores de sus hijos de otra manera porque son carne de su carne... Por eso, los padres sabían que cuando castigaban a un hijo también castigaban a su madre. Los éxitos de los hijos eran los exitos del padre ("mi hijo trae honra a esta casa"), pero los errores de los hijos son los errores de la madre ("ese hijo tuyo...").
Madres que se comportan como padres
Hoy vemos el caso contrario: ¡una madre que se comporta como un padre! Cuando la madre de los Zebedeo, los apóstoles Santiago y Juan, pide "honores y privilegios" para sus hijos, esta madre ha cambiado su rol.
La mujer se pone en evidencia delante de Jesús y los otros discípulos, y también pone en evidencia a sus hijos, Santiago y Juan. No solamente por lo que pide sino porque no es ella a quien le toca pedirlo.
Hoy solemos leer este episodio como una indicación de que esta mujer no ha entendido todavía el mesianismo de Jesus, pero para los primeros seguidores de Jesus la sorpresa inicial no estaba en lo que esta madre pedía sino en su atrevimiento para presentarse ante Jesús con unas prerrogativas propias del padre, no de la madre.
El evangelio de la familia
Esta crisis de roles en el evangelio de Jesus no es una coincidencia. Jesús habla de la familia porque ella es la primera escuela, el primer taller, la primera iglesia de todos nosotros. Nuestra salud (física, emocional, espiritual) está condicionada por los valores y las vivencias que compartimos en familia. Por eso, la llamada de Jesús a la conversión, al perdón, a la reconciliación, va dirigida en primer lugar a cada uno de nosotros y, en nosotros, a nuestras familias.
El mensaje de Jesús a la familia fue una "provocación" en su tiempo y también es un reto para las familias de hoy. Esta "conversión" en los roles de padre y madre no es presentada en los evangelios como un modelo a seguir sino para hacernos "despertar" ("vigilad, estad alerta") de la normalidad en que creemos vivir.
En realidad, Jesús apunta mucho más allá de nuestros roles y prerrogativas. A través del cuestionamiento de las seguridades y privilegios de los miembros de una familia, Jesús cuestiona toda una mentalidad y manera de vivir.
20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. 21 Él le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.» 22 Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.» 23 Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre.»
El evangelio de Jesús es generoso en sorpresas: padres que se comportan como madres, y madres que se comportan como padres.
Padres que se comportan como madres
En una sociedad patriarcal, el comportamiento del padre del hijo prodigo es una sorpresa para todos. El hijo menor había menospreciado a su familia (el hermano mayor lo sabe muy bien), y el padre debía "poner las cosas en su sitio". Sin embargo, este padre no actúa en ningún momento como "el cabeza de familia": ni cuando le da a su hijo lo que pide, ni tampoco cuando el hijo vuelve a casa "porque hasta los esclavos de mi padre viven en mejores condiciones que yo".
La ternura de este hombre escandaliza hasta al padre "más justo". "El modo de comportarse de este padre no es justo", dirían los padres de la época de Jesús: "Va en contra de los derechos del hermano mayor y pone en peligro el bienestar de toda la familia".
Las madres tienden a juzgar los errores de sus hijos de otra manera porque son carne de su carne... Por eso, los padres sabían que cuando castigaban a un hijo también castigaban a su madre. Los éxitos de los hijos eran los exitos del padre ("mi hijo trae honra a esta casa"), pero los errores de los hijos son los errores de la madre ("ese hijo tuyo...").
Madres que se comportan como padres
Hoy vemos el caso contrario: ¡una madre que se comporta como un padre! Cuando la madre de los Zebedeo, los apóstoles Santiago y Juan, pide "honores y privilegios" para sus hijos, esta madre ha cambiado su rol.
La mujer se pone en evidencia delante de Jesús y los otros discípulos, y también pone en evidencia a sus hijos, Santiago y Juan. No solamente por lo que pide sino porque no es ella a quien le toca pedirlo.
Hoy solemos leer este episodio como una indicación de que esta mujer no ha entendido todavía el mesianismo de Jesus, pero para los primeros seguidores de Jesus la sorpresa inicial no estaba en lo que esta madre pedía sino en su atrevimiento para presentarse ante Jesús con unas prerrogativas propias del padre, no de la madre.
El evangelio de la familia
Esta crisis de roles en el evangelio de Jesus no es una coincidencia. Jesús habla de la familia porque ella es la primera escuela, el primer taller, la primera iglesia de todos nosotros. Nuestra salud (física, emocional, espiritual) está condicionada por los valores y las vivencias que compartimos en familia. Por eso, la llamada de Jesús a la conversión, al perdón, a la reconciliación, va dirigida en primer lugar a cada uno de nosotros y, en nosotros, a nuestras familias.
El mensaje de Jesús a la familia fue una "provocación" en su tiempo y también es un reto para las familias de hoy. Esta "conversión" en los roles de padre y madre no es presentada en los evangelios como un modelo a seguir sino para hacernos "despertar" ("vigilad, estad alerta") de la normalidad en que creemos vivir.
En realidad, Jesús apunta mucho más allá de nuestros roles y prerrogativas. A través del cuestionamiento de las seguridades y privilegios de los miembros de una familia, Jesús cuestiona toda una mentalidad y manera de vivir.
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