viernes, 7 de octubre de 2022

Breve historia de la devoción del Rosario

Bartolomé Estebán Murillo
La Virgen presentando el rosario a Santo Domingo


El origen del rosario, aunque no como es conocido hoy, se remonta al siglo IX. En la observancia monástica era normal que algunas personas rezasen el Ave María durante la lectura de los 150 salmos en la Liturgia de las Horas. Las personas que no sabían leer se limitaban a rezar 150 avemarías (conocido como el «salterio de la Virgen»).

Domingo de Guzmán (siglo XIII)

En 1208 María se apareció a santo Domingo de Guzmán en la capilla del monasterio de Prouille, Francia. Era un momento difícil para Domingo en sus intentos de evangelizar a los albigenses y rogaba a la Madre de Dios que le ayudara en esa batalla.

En su aparición a Domingo de Guzmán, María portaba un rosario en sus manos que le enseñó a rezar, pidiéndole que difundiera esta devoción con la promesa de que sería una fuente de bendiciones sobre todo en la conversión de los pecadores.

Domingo enseñó esta devoción, entre otros, a Simón de Monfort y a sus soldados, que se preparaban para combatir en Muret. La tropa rezó el rosario y obtuvo una espectacular victoria. Para conmemorar esta victoria, que Simón consideró obra de la Virgen del Rosario, erigió una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario.

Beato Alain de la Roche (siglo XV)

Domingo propagó esta devoción y fue testigo de muchas conversiones. Después de su muerte, los dominicos continuaron esta misión pero aunque la oración fue acogida y rezada durante un siglo, después decayó.

María volvió a aparecerse en el siglo XV al beato dominico bretón Alain de la Roche reiterando las promesas –quince en total– que había hecho a Domingo. Le pidió que recuperase la tradición de rezar el rosario pidiendo que se añadiera la meditación sobre la vida, muerte y Pasión de su Hijo. A través del beato Alain de la Roche esta devoción volvió a popularizarse.

Pío V

En el siglo XVI, san Pío V instauró su fecha el 7 de octubre, aniversario de la victoria de la Batalla de Lepanto, donde los cristianos derrotaron a los turcos, denominándola Nuestra Señora de las Victorias; además, agregó a la letanía de la Virgen el título de Auxilio de los Cristianos.

Rosario significa “corona de rosas y, tal como lo definió el propio Pío V, “es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor".

Su sucesor, Gregorio XIII, cambió el nombre de Ntra. Sra. de la Victorias al de Nuestra Señora del Rosario. A causa de la victoria en la batalla de Temesvár en 1716, atribuida por Clemente XI a la Virgen del Rosario, el Papa ordenó que su fiesta se celebrase en toda la Iglesia.

León XIII

León XIII, cuya devoción por esta advocación hizo que fuera apodado el Papa del Rosario, escribió unas encíclicas referentes al rosario, consagró el mes de octubre al rosario e incluyó el título de Reina de Santísimo Rosario en la letanía de la Virgen.

Tanto la Virgen de Lourdes en su aparición de 1858, y de Fátima en 1917, pidieron a sus videntes que rezasen el rosario. Gran parte de los papas del siglo XX fueron devotos de esta advocación.

“La familia que reza unida, permanece unida”

En las primeras décadas del siglo XX el rezo del rosario recibió un nuevo impulso gracias al P. Patrick Peyton, quien convencido de haber sanado de su enfermedad gracias a María, no dudó en llevar a cabo su cruzada en pro del rosario haciendo de este lema «la familia que reza unida, permanece unida» un instrumento de reconciliación.

Juan Pablo II

Juan Pablo II manifestó en 1978 que el rosario era su oración preferida. Fue él quien añadió los misterios luminosos al rezo del Santo Rosario. En su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” escribió que este rezo mariano “en su sencillez y profundidad, sigue siendo en este tercer Milenio una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad”.


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